
El proceso de devolver el esplendor al célebre hotel Waldorf Astoria ha requerido no solo una inversión sin precedentes, sino también la meticulosa recuperación de detalles previamente perdidos en la historia arquitectónica estadounidense.
Durante la extensa renovación, especialistas del estudio Skidmore, Owings & Merrill analizaron archivos y compararon cientos de fotografías y postales para resucitar elementos originales del diseño, como el luminoso panel de mármol retroiluminado en el techo del vestíbulo, recreado después de décadas de modificaciones.
Tal como informó The New York Times, esta reapertura marca el retorno de “un gran espacio público a la vida de la ciudad”, en palabras del historiador David Freeland, quien recalcó que el Waldorf siempre ha sido reflejo de la identidad y los cambios sociales en Nueva York.

La reapertura del Waldorf Astoria el martes representaba el final de una transformación trascendental iniciada tras su adquisición por parte de la aseguradora china Anbang Insurance Group en 2014 y continuada tras el traspaso de la propiedad a Dajia Insurance Group en 2020.
Desde aquel cierre de 2017, el hotel, ubicado entre las calles 49 y 50, de Park Avenue hasta Lexington Avenue, experimentó profundas modificaciones: los pisos superiores ahora albergan 372 condominios privados, mientras que la cantidad de habitaciones disponibles para huéspedes descendió de más de 1.400 a solo 375, con tarifas que parten de 1.500 dólares por noche.
“El hotel solía tener 3.000 huéspedes cuando estaba completamente ocupado”, explicó Luigi Romaniello, el nuevo director general, al NYT. “Pero ahora que hay menos habitaciones, podemos ofrecer una experiencia mucho más elegante y sofisticada”.
La historia del Waldorf Astoria se remonta a cuando existían dos hoteles en terrenos adyacentes, justo debajo de la calle 34 en la Quinta Avenida.
Estos se unieron antes del cierre de 1929 para la construcción del Empire State Building, y en 1931 abrieron las puertas de su nuevo edificio art déco de 47 pisos en la actual ubicación. Desde entonces, el hotel se consolidó como un punto de referencia para la elite neoyorquina y mundial: por su Gran Salón desfilaron personalidades como Frank Sinatra, Albert Einstein y la famosa columnista Elsa Maxwell, anfitriona de fastuosas veladas en las que la extravagancia era la norma.
Uno de esos eventos, el Baile de Abril en París, ofreció como premio de entrada un abrigo de visón y un collar de diamantes, mientras Maxwell hacía su entrada sobre un elefante.
La adquisición del Waldorf Astoria en 1977 por parte de Conrad Hilton representó la culminación del sueño de uno de los empresarios hoteleros más influyentes del siglo XX. Hilton describió al establecimiento como “el más grande de todos”.

Décadas después, en 2014, el hotel protagonizó la venta hotelera más costosa hasta la fecha: 1.950 millones de dólares. Como consecuencia del cierre y la posterior remodelación, se redefinió la funcionalidad del edificio, pero solo 5.760 metros cuadrados mantienen la designación oficial de monumento histórico de la ciudad de Nueva York.
“Gran parte del resto del edificio ha sido reimaginado en lo que Andre Zotoff, director ejecutivo de Strategic Hotels & Resorts, caracteriza como una inversión multimillonaria”, consignó The New York Times.
El retorno a la esencia original arquitectónica ha sido clave en el proyecto. El vestíbulo principal, tradicionalmente el corazón social del hotel, recobró algunos de sus símbolos más emblemáticos, como el mosaico de mármol “Rueda de la Vida”, compuesto por 148.000 fragmentos ideados por Louis Rigal, y los murales originales que reviven las etapas vitales.
Los detalles ornamentales incluyen dos urnas plateadas de EF Caldwell & Company y un delicado sistema de iluminación indirecta basado en las especificaciones de 1931.
Frank Mahan, director de SOM e involucrado directamente en la restauración, enfatizó: “Hemos restablecido la simetría de las aberturas en los cuatro lados; al norte hay un bar empotrado, y al sur hemos retirado los mostradores de recepción y los hemos ubicado en un nuevo espacio, una zona de recepción de escala más íntima llamada el Salón de la Biblioteca”.