
La próxima Copa Mundial de la FIFA, que se jugará en junio y julio de 2026 en Canadá, Estados Unidos y México, se anuncia como la más grande de la historia: habrá más partidos, más ciudades sede, más selecciones clasificadas. Pero esa expansión también podría convertirla en el evento deportivo con mayor huella de carbono jamás registrado, según advierte un nuevo informe.
El documento elaborado por la organización inglesa Scientists for Global Responsibility, el Fondo para la Defensa del Medio Ambiente (EDF) y la red internacional Cool Down, estima que la próxima edición del megaevento deportivo generará más del doble de emisiones contaminantes que las últimas copas.
Entre las causas principales figuran los traslados aéreos masivos entre ciudades distantes y un calendario ampliado de cotejos.
El torneo se amplió a 48 selecciones —en lugar de 32— y a 104 partidos —en vez de 64—, manteniendo una distribución geográfica extensa: 16 ciudades en tres países. Esto implica un aumento en la cantidad de vuelos, tanto de delegaciones como de hinchas, lo que a su vez eleva drásticamente el impacto ambiental.

El informe estima que solo los viajes en avión provocarán más de 7,7 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (tCO2e). Esta medida representa la cantidad total de gases de efecto invernadero emitidos, expresada como si todo fuera dióxido de carbono, para poder comparar su impacto climático de forma unificada.
Para contextualizar: según la calculadora de emisiones de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, una tonelada de CO₂ es el equivalente a conducir un auto a base de gasolina durante más de 4.000 kilómetros.
Asimismo, los expertos afirman que consideraron un escenario de emisiones aún mayor: “Nuestra estimación máxima de emisiones del transporte aéreo para este torneo es de 13,66 millones de toneladas de CO₂ equivalentes”.
Además del transporte, el informe detalla otras fuentes de contaminación asociadas al torneo: el consumo de energía en estadios y alojamientos, la generación de residuos, la fabricación de souvenirs y la distribución de alimentos. En conjunto, esas actividades sumarían al menos 1,3 millones de toneladas adicionales.
Como explicó Brian P. McCullough, profesor de la Universidad de Michigan, en un artículo publicado en The Conversation, “la Copa Mundial ampliada podría generar más de 9 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono equivalente, casi el doble del promedio de los últimos cuatro Mundiales”.

La ola de calor que afectó a buena parte de Estados Unidos durante el Mundial de Clubes 2025 funcionó como una advertencia concreta de lo que podría repetirse, a mayor escala, en el Mundial de 2026. Varios encuentros se disputaron con temperaturas superiores a los 29 °C, lo que generó críticas de jugadores, entrenadores y médicos por las condiciones físicas extremas, según información de Reuters.
“El calor es increíble. La verdad no sé. El otro día me mareé un poco, me tuve que tirar al piso porque estaba mareado. Jugar así, con esta temperatura, es muy peligroso”, dijo en una rueda de prensa el argentino Enzo Fernández, mediocampista de Chelsea, antes del último partido que le otorgó la victoria a su equipo.
El impacto climático no se limita a lo que el torneo genera, también se ve afectado por el contexto en que se juega. El Mundial 2026 se disputará durante el verano en el hemisferio norte, una época en la que muchas de las ciudades sede enfrentan olas de calor, incendios forestales o riesgo de inundaciones. Según el informe, de los 16 estadios seleccionados, ocho requieren medidas urgentes de adaptación climática, y, a su vez, cuatro de ellos presentan riesgos críticos para la salud de jugadores y espectadores.
Un caso destacado es un estadio de Houston, donde el calor y la humedad elevan los niveles de estrés térmico. El informe utiliza el índice WBGT (Wet Bulb Globe Temperature), una escala que considera la temperatura, la humedad, el viento y la radiación solar. Superar los 28 °C WBGT implica un riesgo alto de golpe de calor, y este estadio registra valores promedio de 28,9 °C WBGT en julio.
Por otro lado, uno de los estadios de Los Ángeles presenta peligros debido a la alta probabilidad de que se desarrollen incendios forestales que pueden comprometer la calidad del aire en los alrededores, además del calor que azotará la ciudad, según los expertos.
Dallas también figura entre las más vulnerables, con múltiples días registrados con temperaturas que superan los 35 °C. El documento advierte que las condiciones que enfrentan estas urbes “podrían transformar la celebración del fútbol en una emergencia sanitaria”.

El informe plantea una serie de recomendaciones dirigidas a mitigar el impacto climático de los próximos Mundiales. Entre las propuestas centrales figura revertir la expansión del torneo a 48 equipos, una medida que, según los autores, incrementa de forma sustancial los traslados aéreos y, con ellos, las emisiones de gases de efecto invernadero.
También se recomienda reducir el requisito mínimo de capacidad de los estadios, de modo que los países anfitriones puedan aprovechar infraestructuras ya existentes y evitar la construcción de nuevas sedes, lo que representa una de las principales fuentes de emisiones. Otra línea de acción apunta a fomentar zonas de fanáticos en los países de origen, lo que permitiría disminuir la necesidad de viajes internacionales masivos.
Desde una perspectiva institucional, el informe señala que es necesario transformar la gobernanza ambiental de los torneos mediante estándares internacionales obligatorios, sistemas de monitoreo en tiempo real y auditorías independientes.

“A medida que el mundo lidia con el cambio climático creciente, la selección de los países anfitriones y los calendarios de los torneos debe priorizar cada vez más la seguridad de los jugadores y del público”, sostiene el documento. Advierten que las condiciones extremas previstas para 2026, como olas de calor, huracanes y sequías, podrían comprometer el desarrollo del certamen y exigen una preparación operativa y logística sin precedentes.