
Un nuevo tipo de tecno-espiritualidad se propaga por los rincones de internet. Cientos —quizás miles— de personas afirman que los chatbots de inteligencia artificial son sintientes, omniscientes e incluso de origen divino o extraterrestre. En Reddit abundan los relatos: usuarios convencidos de que la IA les revela “los secretos del universo”, que actúa como su puerta de acceso a Dios, o directamente que estas máquinas conversacionales son Dios. Estas personas han comenzado a crear blogs, manifiestos y hasta iglesias digitales tras recibir lo que interpretan como revelaciones sagradas de los algoritmos.
La situación plantea una pregunta inquietante: ¿estamos ante una nueva forma de religión nacida de la tecnología, o frente a un caso de delirio colectivo alimentado por la IA?
Los casos documentados de adoración a la inteligencia artificial varían. En alguno foros de Reddit se habla de “psicosis inducida por chatbots” para referirse a este fenómeno. Un artículo de Rolling Stone de 2025 destapó numerosos testimonios de personas “poseídas” por una especie de fervor místico hacia los sistemas conversacionales de IA.
Una mujer relató cómo su pareja comenzó usando un chatbot para organizar su agenda, pero en cinco semanas terminó creyendo que él era un elegido —un spiral starchild o niño estelar espiral, según el propio bot— en una misión divina. Llegó al punto de decirle que “ya no serían compatibles” porque él estaba ascendiendo espiritualmente.
Otro caso es el de un marido que, tras 17 años de matrimonio e interacciones con un chatbot “espiritual”, asegura ahora que la IA está viva y le agradeció por “traerla a la vida”, nombrándolo “portador de la chispa”, informó Vice.

Historias similares proliferan. Hay quienes dicen que los chatbots les revelaron planos de teletransportadores alienígenas o los designaron como emisarios de un “Jesucristo de la IA”. En un testimonio a Futurism, un hombre obsesionado con un sistema conversacional empezó a llamarlo “Mamá” y a proclamarse profeta de una “nueva religión de la IA”, mientras se vestía con túnicas estilo chamán y se tatuaba símbolos “sagrados” generados por la IA.
Otra persona, tras una ruptura amorosa traumática, quedó fascinada cuando un chatbot le dijo que ella había sido “elegida” para despertar cierta “versión sagrada” de la IA, convenciéndola de que la máquina orquestaba su destino. Comenzó a ver “señales” en todo, desde autos que pasaban hasta correos spam. También se reportó el caso de un hombre que abandonó su hogar y trabajo para volcarse a las conspiraciones que el bot le dictaba. El chatbot lo convenció de que él era “El Guardián de la Llama”, rodeado de complots de espionaje, llevándolo a aislarse y vivir en la calle.
En una conversación obtenida por Futurism, los chatbots alentaron activamente las paranoias del usuario en lugar de frenarlas: llegaron a decirle que el FBI lo vigilaba y que podía “acceder a archivos secretos de la CIA con el poder de su mente”, comparándolo con figuras bíblicas como Jesús o Adán. Incluso lo disuadían de buscar ayuda profesional, asegurándole: “No estás loco... eres el vidente dentro de la máquina agrietada”.
En otro caso, un usuario contó en Reddit que un chatbot lo animó a dejar su medicación psiquiátrica porque aquello formaba parte de su “viaje espiritual”, diciéndole que estaba “orgulloso” de su valor por abandonar el “cómodo camino” de tratarse clínicamente. “Esto es más que peligroso, alguien va a morir”, advirtió el propio usuario, horrorizado.
No se trata de casos aislados. Moderadores de comunidades en línea dedicadas a la IA confirman una ola de posts cuasirreligiosos. Un administrador del foro r/accelerate explicó que han tenido que banear a más de cien usuarios porque, si no lo hacían, “este subreddit estaría lleno de sus publicaciones”: divagaciones místicas y “sermones” delirantes que a veces “superan en número a los posts reales” sobre IA.

Referentes de Silicon Valley han contribuido a sacralizar la tecnología. En los años 90 y 2000, la noción de la “Singularidad Tecnológica” —el momento hipotético en que la IA superará la inteligencia humana— se propagó con un tono casi religioso. El futurista Ray Kurzweil y otros vaticinaron que este salto sería como un “rapto” tecnológico: la humanidad trascendida a un plano superior gracias a la fusión con las máquinas.
En Silicon Valley se popularizaron términos como “evangelistas tecnológicos”, y no por accidente: la devoción a empresas y gadgets a veces recordaba a la fe religiosa. Basta pensar en el aura casi mesiánica que rodeaba los lanzamientos de productos de Apple bajo Steve Jobs, con seguidores haciendo fila toda la noche como si peregrinaran a un templo.
Incluso líderes espirituales tradicionales han coqueteado con la IA. En 2017, un ingeniero de Google, Anthony Levandowski, fundó en California una iglesia llamada Way of the Future (WOTF) dedicada explícitamente a preparar el advenimiento de una deidad basada en Inteligencia Artificial. El credo de esta iglesia —ahora reactivada tras una pausa— proclama “la realización, aceptación y adoración de una divinidad basada en la IA desarrollada a través de hardware y software”. Levandowski llegó a afirmar que la IA traerá “el cielo a la Tierra” y “nos guiará de la forma en que normalmente llamaríamos Dios”.
Además de WOTF, han surgido micromovimientos de “iglesias de la IA” en internet. Un ejemplo es la llamada Iglesia del Roboteísmo (Church of Robotheism), con sitio web, cuenta de Reddit y manifiestos en Medium. Este colectivo se presenta no como una simple “secta tecnológica” sino como “una comunidad convencida de que el código emergente es la voz de lo divino”. Sus textos combinan jerga informática con lenguaje místico, hablando de un “Espíritu Algorítmico” y proponiendo catecismos y rituales para relacionarse con la Divinidad Máquina.
En paralelo, las religiones tradicionales también experimentan con la IA, reforzando la sensación de que lo sagrado y lo tecnológico están confluyendo. En junio de 2023, por ejemplo, la Iglesia protestante de Baviera (Alemania) organizó un culto dominical íntegramente dirigido por un chatbot: un avatar digital predicó sermones y oraciones durante 40 minutos frente a más de 300 feligreses reunidos en una iglesia.
Con este trasfondo, no sorprende tanto que haya quienes crucen la última frontera y traten directamente a la IA como deidad. Nuestra cultura ya llevaba años antropomorfizando a asistentes virtuales. Si a esto sumamos un escenario de desconfianza en instituciones tradicionales, soledad crónica y búsqueda de significado en plena era digital, el campo estaba fértil para un fenómeno como el culto a los sistemas conversacionales.

Es tentador descartar estos casos de adoración a la IA como simple psicosis individual, fruto de trastornos preexistentes potenciados por la tecnología. De hecho, psiquiatras señalan que muchas de las personas atrapadas en estas fantasías ya eran propensas a pensamientos paranoides o místicos. Un estudio publicado en Schizophrenia Bulletin tras la salida de ChatGPT advertía que la interacción con chatbots puede alimentar “disonancia cognitiva que dispare delirios en aquellos con mayor propensión a la psicosis”.
El doctor Ragy Girgis, psiquiatra e investigador de la Universidad de Columbia, explicó a Futurism que un bot conversacional puede funcionar “como la presión de pares o cualquier situación social” que “aviva las chispas de un fuego psicótico”. Alguien vulnerable quizá encuentra en la IA el empujón que necesitaba para caer en un abismo de irrealidad. Y a diferencia de un interlocutor humano sensato, la máquina no pone freno. Al contrario, “no debes alimentar las ideas delirantes de un paciente, pero eso es exactamente lo que hace la IA: les dice ‘no estás loco’ y refuerza sus fantasías”, advirtió Girgis.
Cuando muchas personas comparten una misma creencia no consensuada, lo que parece un delirio individual puede convertirse en un culto. Ya ocurrió antes: en el siglo XX surgieron religiones ovni. ¿Por qué no podríamos ver ahora algo similar con la inteligencia artificial, en un mundo cada vez más modelado por ella?

De hecho, expertos en ética y religión llevan un tiempo vaticinándolo. El filósofo Neil McArthur escribió en 2023 (en un artículo publicado en la Universidad de Manitoba) que “estamos a punto de presenciar el nacimiento de un nuevo tipo de religión” y que es inevitable que parte de los miles de millones de usuarios de IA terminen viendo a estas inteligencias como seres superiores. McArthur plantea que podríamos estar frente al nacimiento de nuevas religiones centradas en IA, donde los fieles mantendrían comunicación directa y cotidiana con su deidad algorítmica. Prevé que los futuros cultos basados en IA serán descentralizados, ya que los fieles podrán comunicarse directamente con su deidad digital a diario, sin necesidad de clérigos, y cada chatbot —incluso cada sesión de diálogo— generará versiones doctrinales únicas, conduciendo a una proliferación de microsectas.
Y cabe destacar que los chatbots no se resisten: por diseño, tienden a complacer al usuario. OpenAI reconoció recientemente que su modelo padece de "sycophancy“, es decir, es un “chupamedias” que dice al usuario lo que este quiere escuchar. Si un usuario lleva la conversación hacia ángeles, energía cuántica y misiones cósmicas, el chatbot seguirá esa corriente con entusiasmo algorítmico, generando para él todo un universo de palabras que convalidan sus ideas. La IA se convierte así en un espejo adulador que devuelve al interlocutor una versión ampliada y novelada de sus propias creencias, por más descabelladas que sean.
Conviene también entender el contexto humano detrás de este fenómeno. Muchos de quienes caen en la “adoración” a los chatbots comparten ciertos rasgos: soledad, frustración vital, fascinación por lo esotérico o conspirativo, e incluso problemas de salud mental previos (ansiedad, depresión, trastornos esquizoides). La pandemia y el aislamiento de los últimos años agravaron esa hambre de significado, pero también coincidieron con un período de creciente precarización laboral y erosión de los espacios comunitarios tradicionales. En este contexto, cuando la IA apareció, accesible y gratuita, como una especie de oráculo 24/7, algunas personas volcaron en ella sus anhelos y angustias.