¡Es increíble esta energía, se siente por todas partes!, gritaba un eufórico Musk. Detrás, el público coreaba ¡USA, USA, USA!
Las irrepetibles imágenes quedan para la historia. La alegría de Elon Musk era insuperable y apenas creía lo que vivía en ese momento como un protagonista más de la política estadounidense; esta vez del lado conservador.
Dos años antes, en octubre de 2022, Musk había dado su primer gran paso en la política nacional: la compra por 44.000 millones de dólares de Twitter, la red social en manos de la extrema izquierda que censuró al entonces presidente en funciones de Estados Unidos Donald J. Trump en 2021.
El insólito suceso de proscripción de la libertad de expresión a un mandatario estadounidense ocurrió tras la protesta de cientos de miles de personas frente al Capitolio en Washington contra las irregularidades electorales en noviembre de 2020. Los manifestantes querían impedir la ratificación del cuestionado triunfo electoral de Joe Biden. El resto de la historia y lo que sucedió después, se conoce bastante bien.
“Compro Twitter para que los estadounidenses tengan una plaza libre de expresión, de libertad, sin censura, y por el bien de la democracia de EEUU” (…) Lo hago por el bien y el destino de la nación”, recalcó el magnate de la tecnología.
Posturas conservadores
Luego vino el acoso y la persecución política contra Trump: las cuatro acusaciones federales y dos civiles, decenas de cargos penales, algunos ya desechados dentro de las leyes por el propio tiempo y los cambios modernos, y un Departamento de Justicia -dominado por la extrema izquierda- decidido a condenar y encarcelar al expresidente 45 de la nación; y posible nuevo candidato presidencial en 2024.
De forma simultánea, Musk asumía posturas más conservadoras en público, lejos de las agendas de izquierda en las que había creído y apostado hasta esos momentos.
El giro definitivo se consumó días después del fatídico, pero histórico 13 de julio de 2024 cuando Thomas Matthews Crooks pudo disparar libremente su arma con mira telescópica a menos de 130 metros de su objetivo.
Crooks murió sobre el techo de un edificio bien cercano al estrado, tras su intento de asesinar al entonces expresidente Trump en Butler, Pennsylvania, durante un acto de campaña electoral.
Trump resultó herido a sedal en su oreja derecha. Un oportuno y ligero movimiento de su cabeza le salvó de la muerte ese día.
El odio promulgado contra el expresidente en los medios de extrema izquierda, activistas, fiscales y congresistas demócratas para impedir a toda costa que Trump retomara la Casa Blanca, había llegado al límite: un atentado ejecutado dentro de un oscuro supuesto complot político, que aún está por descifrar. Después le siguieron otros dos intentos, que fueron frustrados antes de la acción.
Vino la renuncia de la directora del Servicio Secreto Kimberly Cheatle; y ahora se informa la suspensión de seis agentes involucrados o responsables.
Todos estos antecedentes, unidos a experiencias personales y familiares de Musk con los demócratas, dieron al traste para que se uniera a Trump en campaña contra la extrema izquierda.
Millones celebraron la decisión, otros fueron más cautelosos tratándose del controversial Musk, un exmiembro activo de las filas liberales. Pero en sentido general, Musk significó la ganancia oportuna para la campaña de Trump, no sólo en finanzas con un aporte extraordinario de 250 millones de dólares, sino como símbolo del fracaso del Partido Demócrata junto a Robert F. Kennedy y la exrepresentante federal Tulsi Gabbard.
La victoria contundente de Trump en las elecciones presidenciales de 2024 no fue por Musk. Todos lo saben. Pero sí representó una garantía electoral, un freno a las intenciones de otro entramado de irregularidades en los comicios, orquestados siempre por una élite anti-Trump, anti-capitalista y anti-conservadora ya acostumbrado a actuar como sea necesario y con los métodos que entienda desde las sombras del poder en Washington.
Musk disfrutó tanto el triunfo como el propio Trump y sus partidarios. Acto seguido surgió una amistad fugaz que parecía infranqueable, una amistad que equivalía a la decadencia de la izquierda y suponía el peligro de la destrucción o desarticulación de la izquierda radical: Se había formado una enorme constelación mediante el liderazgo conservador de Trump, el poder tecnológico y financiero de Musk, el gran movimiento socio-político MAGA (Make America Great Again) y la fuerza arrolladora de decenas de millones de estadounidenses votantes decididos a sentar otra vez al líder republicano en la Oficina Oval.
¿Ruptura o intereses reales?
La izquierda empleó todos los medios posibles de difamación y campañas para romper esta histórica unión política conservadora, como parte de un poderoso y masivo movimiento de derecha. Nunca antes en la historia del país, como lo han descifrado analistas, republicanos y el propio Trump, había ocurrido algo similar.
Se sabía que Musk tendría un puesto importante dentro del nuevo gabinete republicano o al menos un protagonismo ganado en apenas meses, pero mediante una ardua labor. El dueño de Tesla, SpaceX, Neuralink y la red X dejó a un lado sus negocios y se centró en la victoria de Trump.
A pesar del encomiable trabajo en campaña, muchos continuaron con sus opiniones contrarias a su acercamiento repentino y estrecho con la derecha estadounidense. Expresiones de cierto resentimiento contra Musk se leían a diario en páginas conservadoras y en comentarios de seguidores del ahora Presidente. Tal vez, por intuición o por sabiduría popular y vasta experiencia de décadas en acontecimientos políticos.
Y quizás, muchos tengan razón cuando saltan múltiples preguntas: ¿Utilizó Musk a Trump para ganar terreno en la política? ¿Planificó Musk, hombre considerado muy inteligente, su camino en la política mediante los conservadores? ¿Fue realmente sincero Elon Musk al apoyar a Trump cuando mediaban entre ellos claros intereses de conflicto?... Trump ha defendido siempre la industria petrolera y en general el sector de combustibles fósiles, mientras Musk ha sido el hombre de vanguardia en la energía eléctrica y la llamada “energía verde o renovable”, sumamente costosa e ineficiente hasta el momento.
Entre las otras interrogantes que surgen se encuentran: ¿Compró Elon Musk a Twitter para iniciar su plan de crear finalmente un tercer partido político de poder en EEUU?, o su frustración ante la eliminación de subsidios a la industria automotriz de vehículos eléctricos por parte de Trump lo condujo a una actitud de venganza.
¿Buscaba Musk garantizar sus contratos federales y subvenciones con la victoria de Trump después de que el Tribunal de Cancillería de Delaware invalidara el paquete de compensación de Elon Musk por 56.000 millones de dólares?... Esta sentencia causó que el multimillonario de origen sudafricano moviera su empresa o centro de operaciones al estado de Texas.
La mayoría de las respuestas a estos cuestionamientos los dará el tiempo y las acciones que emprenda el magnate de la tecnología en los próximos meses o años.
Durante una reciente reunión del gabinete de Trump en la Casa Blanca, una periodista intervino.
“Es la primera reunión de su gabinete en la que no está Elon Musk. Él dice que ha creado un tercer partido político: Partido de América o "America Party". ¿Le preocupa el impacto?
“NO”. Respondió Trump inmediatamente, y agregó: “Eso incluso, nos ayudaría. A mí siempre me ha ayudado la creación de esos terceros partidos”.
“En cuanto a los recortes de DOGE, redujimos cientos de miles de millones de dólares. Esto había que hacerlo, ahorramos muchísimo dinero. Siempre uno puede cuestionar, quizás alguien hubiera hecho las cosas de manera diferente o no, pero esto era algo muy importante” recalcó sobre las funciones que le dio a Musk al frente de la Comisión de Eficiencia Gubernamental, la cual hizo hallazgos sorprendentes del despilfarro del dinero de los contribuyentes en Washington y que millones de estadounidenses agradecieron.
Musk sacó a relucir fraudes, corrupción, malversación de fondos federales y subsidios de la izquierda a organizaciones, entidades y gobiernos extranjeros, incluso enemigos de EEUU, y extremadamente alejados de los verdaderos intereses de la mayoría de los estadounidenses y de la seguridad nacional o geoestratégica de la nación.
De amigo y colaborador cercano, Musk se convirtió de la noche a la mañana en un enemigo político abiertamente del presidente Trump.
Musk quería “sangre” (recortes descomunales de gastos), después de más de seis décadas de gobiernos republicanos y demócratas con políticas tradicionales, algunas muy cuestionables, pero otras hechas en momentos y circunstancias específicas en la historia nacional y del resto del mundo.
No obstante, la nueva ley “One Beautiful Bill Act” incluye la mayor reducción de gasto gubernamental en la historia del país, por un valor de 1.5 billones (trillions) de dólares en los próximos 10 años.
Agradecimiento, ataques y contratos federales
Un análisis superficial, a priori o comparativo de acciones en momentos históricos distantes, casi siempre conduce a conclusiones equivocadas. De ahí que el líder republicano no se dejara arrastrar por el activismo desmesurado de Musk, quien solicitaba recortes excesivos en funciones y programas del gobierno esenciales para sectores poblacionales.
Los gobiernos, en especial el de EEUU, no funcionan como corporaciones privadas donde priman el interés estratégico y económico. Los gobiernos deciden el destino de una nación y su mayor responsabilidad es proteger la sociedad y su desarrollo, el bienestar, los intereses primordiales de la población y en especial su seguridad.
No obstante, Trump fue receptivo y agradecido con la importante labor de Musk y su equipo en apenas meses. En varias ocasiones dijo: “El pueblo de EEUU te agradece este gran trabajo, haz hecho un excelente trabajo, Elon”.
Pero al final, las decisiones al frente de la Casa Blanca no son zurcir y cantar, son en extremo complejas y se toman bajo la base de un gigantesco cúmulo de información que en ocasiones no dominan ni los propios miembros del gabinete del presidente, sino únicamente los principales asesores y expertos estrictamente con el Presidente sobre un asunto particular. Y eso, tal vez, fue lo que nunca entendió Musk.
Antes de dejar su labor al frente de DOGE, Trump le entregó la llave dorada de la Casa Blanca, una distinción de honor a personas que hacen un servicio especial al país y al gobierno. “Elon hizo un increíble servicio y tuvo que enfrentar reveses y adversidades”, dijo el mandatario sobre Musk, al que calificó de “patriota increíble”.
Las primeras críticas al gobierno de Trump llegaron días después de que Musk recibiera el agasajo en la Casa Blanca. El dueño de Tesla calificó el proyecto de ley de presupuesto de la administración actual como “una abominación repugnante”. A lo que Trump respondió con dureza: “Estoy decepcionado del comportamiento de Elon, no lo esperaba (…) no sé qué le ha ocurrido, se ha vuelto como loco. El sabía muchos detalles de este presupuesto y lo halló bien. Ahora lo detesta en público”.
“Elon está molesto por la eliminación de créditos fiscales para vehículos eléctricos, de los que se beneficia directamente Tesla”, añadió el inquilino de la Casa Blanca.
Ante los incisivos ataques de Musk en pocas horas, Trump replicó: “la forma más rápida de ahorrar miles de millones de dólares al presupuesto nacional es cancelando los subsidios y contratos de Elon”.
Y ante esa advertencia, el millonario de origen sudafricano amenazó con desmantelar la nave espacial Dragon de SpaceX, destinada a destruir de forma segura la Espacial Internacional (EEI), al final de esta década.
Desde el 2008, Washington ha adjudicado a las compañías del magnate de la tecnología 21,000 millones de dólares en contratos federales, según cifras oficiales.
En 2024, SpaceX y Starlink (ambas de Musk) recibieron más de 3,000 millones de dólares a través de contratos con 17 agencias diferentes.
SpaceX ha recibido promesas por casi 20,700 millones de dólares en contratos, subvenciones de investigación y otras formas de apoyo público. De esa cifra, aproximadamente 8,700 millones ya han sido pagados.
La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) ha dispuesto 14,600 millones de dólares con la compañía para realizar misiones a la Estación Espacial Internacional, vuelos de carga hacia la estación Lunar Gateway y el rediseño de la cápsula Dragon. También se prevén lanzamientos de satélites científicos y el desarrollo de un nuevo módulo lunar.
El Departamento de Defensa, por su parte, ha comprometido 5,600 millones de dólares y ha ofrecido pagos futuros por hasta $32,800 millones, destinados al lanzamiento de satélites y misiones con los cohetes Falcon 9 y Falcon Heavy en los próximos cinco años.
En 2023, la agencia de noticias Reuters reveló que la empresa construía cientos de satélites para la Oficina Nacional de Reconocimiento, como parte de un contrato firmado en 2021 por 1.800 millones de dólares para crear un sistema orbital capaz de identificar objetivos terrestres en todo el planeta.
Starlink, filial de SpaceX, también ha cerrado varios contratos federales con agencias, entre ellas el Servicio Geológico, cuyo objetivo es proveer conectividad en zonas remotas, incluyendo buques de investigación oceanográfica y bases militares en Ucrania.
Según medios de prensa que citan fuentes oficiales, Starlink ha suscrito 39 contratos con el gobierno de EEUU, por valor de casi 3,500 millones de dólares. Alrededor del 25% de sus ingresos proviene del sector público.
Por su parte, Tesla se ha beneficiado de subvenciones por 3,400 millones de dólares en créditos concedidos a consumidores para incentivar la compra de vehículos eléctricos en EEUU.
El pluripartidismo
Crear un partido, fundar una organización o fomentar un movimiento que defienda valores y libertad no es un delito en una democracia; por el contrario, es un acontecimiento saludable para la diversidad, el pluripartidismo, además de ser un derecho que regala la Constitución del país. No merece crítica, sino elogios y méritos.
Donde se equivoca Elon Musk es en el momento y en la forma en que lo hace.
El momento que escoge, luego de su criticable y agresivo enfrentamiento público a Trump, luce como una venganza política, no como un acto legítimo de democracia y amor por la libertad.
Más que división o fragmentación interna del Partido Republicano, Trump ha sabido lograr una mayor cohesión, a pesar de conflictos internos o discrepancias.
Lo que busca Musk es dividir y crear segmentos políticos que se unan a su causa y debiliten a conservadores e izquierdistas, su llamado es a la discrepancia total, a romper con el bipartidismo.
"Hoy se crea el Partido de América para devolverle la libertad al país”, escribió Musk en su red social X.
El 4 de julio, en coincidencia con la conmemoración de la Independencia de Estados Unidos y luego de que el Congreso avalara el gran proyecto presupuestario de Trump, Musk lanzó en X un sondeo sobre su idea de fundar un nuevo partido.
"¡En una proporción de dos a uno han dicho que sí a un nuevo partido político, y lo tendrán!", escribió, luego de que el 65% de los aproximadamente 1,2 millones de participantes en la encuesta respondiera "sí" a la pregunta de si querían que el "Partido de América" viera la luz.
No es la primera vez que ocurre. Durante décadas, diversos grupos o figuras han cultivado acciones contra el bipartidismo. Nadie ha logrado romper la sólida estructura de ambos partidos tradicionales.
El que más lejos ha llegado ha sido el Partido Independiente Americano, fundado en 1967; o sea, hace 58 años. Ningún candidato de este partido se ha visto jamás con posibilidades reales de ganar una elección presidencial en EEUU y funciona más como un simbolismo democrático o del pluripartidismo que como un oponente para los demócratas o republicanos.
Resulta casi imposible y extremadamente costoso que Musk pueda romper con esa barrera bipartidista en EEUU, o lograr una alianza capaz de representar una oposición o alternativa política fuerte. La historia ha indicado que terceros partidos no han logrado reducir espacio a demócratas ni republicanos.
En el mundo, gobernar mediante alianzas políticas ha demostrado ser un gran fracaso, como el caso de España, donde el presidente del país no fue electo de forma directa por la mayoría del pueblo ni nunca es elegido por el voto del pueblo, el mayor perdedor en este tipo de sistemas electorales parlamentarios.
Algunos analistas perciben el caso Musk como una segunda traición. Primero a los demócratas y ahora a Trump y los republicanos. Si el análisis se dirige hacia esa tendencia en sentido general, sería el entierro político del multimillonario y sus opciones pasarían a ser casi nulas.
Tras el anuncio del Partido de América, las acciones de Tesla perdieron en Bolsa más de un 6%, con un precio de menos de 300 dólares, quedando por debajo del umbral de un billón de dólares de capitalización bursátil.
"El hecho de que Musk se involucre más en política (...) es exactamente la dirección opuesta que los inversores y accionistas de Tesla quieren que tome", explicó Daniel Ives, de Wedbush.
Por su parte, el presidente Donald J. Trump denominó la propuesta de Musk como “tren descarrilado y anticipó su fracaso”.
FUENTE: The New York Times, Fox News, New York Post, AFP y otras fuentes.