En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, Mara Jiménez, actriz y artista multidisciplinaria, compartió su inspirador camino personal y creativo a través de Croquetamente, un espacio que nació como un desahogo íntimo y se transformó en un faro para quienes luchan contra los trastornos de conducta alimentaria (TCA). Mara habló de cómo su propia experiencia con la anorexia y la mala relación con su cuerpo la llevó a crear una comunidad basada en la reflexión, el amor propio y la aceptación. Con una mirada profunda y honesta, destacó la importancia de poner límites y luchar contra las presiones culturales que aún perpetúan el rechazo corporal.
Además, reveló las dificultades que enfrentó en su proceso de recuperación y cómo encontró en su voz un motor para ayudar a otros a dejar atrás el sufrimiento y construir una vida más plena. Podés escuchar el episodio completo en Spotify y YouTube.
Mara es reconocida por su labor en la divulgación sobre salud mental y gordofobia a través de su cuenta de Instagram. Gracias a su impacto, fue incluida entre las 100 mejores influencers según la revista Forbes en 2021 y nominada en 2023 a los premios Ídolo en la categoría Conciencia Social. Forma parte del elenco protagonista de la obra Gordas en los teatros Luchana y ha participado en producciones como Like, el MusicApp, Lo siguiente de Wallapop y El año de las emociones en Playz. Además, ofrece talleres y charlas sobre autoestima, trastornos de la conducta alimentaria y salud mental en diversos organismos.

—Quiero que empecemos contándole a la gente que tal vez te está escuchando por primera vez: ¿quién es Mara Jiménez, cómo empieza con “Croquetamente” y qué buscabas comunicar?
—Para mí cada vez es más difícil definirme. Me gusta decir que soy una apasionada de la vida, con mucha capacidad de reflexión y voluntad de dejar una semilla un poco más bonita que con la que me encontré, siento que desde muy pequeña eso ha sido un motor bastante fuerte en mi vida. Soy actriz, artista multidisciplinaria, creadora de contenido, multiapasionada, me gusta hacer muchísimas cosas, estudié interacción social, coaching holístico, estoy en constante aprendizaje. Croquetamente es el espacio en el que yo empecé a hablar de una serie de vivencias que había tenido con el tema de la anorexia, de los trastornos de conducta alimentaria, una vida muy marcada por la mala relación con mi cuerpo y por el odio hacia mi misma, aunque suene muy fuerte decirlo pero se sentía así, y nació como un desahogo simplemente porque pensé: capaz ahí fuera hay alguien como yo que cree que a nadie más le pasa lo que a ella le pasa y a alguien le ayuda esto.

—¿Con qué te encontraste cuando empezaste a descubrir que había una comunidad de personas que se sentía muy interpelada por lo que vos contabas?
—Tú sabes que ahí fuera pasan cosas, pero no te imaginas que tanta gente se va a sentir reflejada en un relato tan concreto de disconformidad con tu cuerpo, bullying, no poder mirarte en el espejo, sentir rechazo de ti misma. Había una historia muy entremezclada, entonces es algo muy fuerte porque le ha dado también mucho propósito a mi vida, todas las decisiones que he ido tomando y que sigo tomando desde que nació Croquetamente y desde que empecé con todo esto van alineadas con cómo puedo tratar de allanar el camino a otras personas. Es una responsabilidad también porque la gente te coloca en un lugar que te guste más o te guste menos está ahí. También es un motor de vida, de decir: tenemos un mundo que está completamente roto y falto de amor y si algo quiero dejar, ese legado del que tanto hablamos y que uno piensa “cuando yo me vaya”, a mí me gustaría que la gente se quedara con que intenté hacer las cosas bien y dejar un mundo más bonito que el que me encontré.
—Hoy frases como “no se habla de cuerpos ajenos” son muy populares y repetidas, pero ¿sentís que realmente se aplican en los discursos y conductas, o que quedan solo en lo discursivo y no se reflejan en la realidad?
—Creo que estamos un poco en modo loro, en plan “esto es lo que he aprendido y lo que creo que tengo que decir”. No todo el mundo, hay mucha más concienciación, también por la presión que llevamos haciendo muchos años, compañeras mías que llevan más de diez años con este activismo contra la gordofobia, contra la presión estética, hablando de la violencia que se ejerce sobre nuestros cuerpos. Pero también es una cosa que está muy arraigada a nivel cultural y todavía arrastramos generaciones en lo que eso es lo más normal del mundo, hablar de la vecina del quinto que “¿no ves cómo ha engordado?”, la que acaba de parir que no ha perdido la barriga, la que “¿no ves cómo está adelgazando, que la ha dejado el novio?”, es superpopular, tampoco podemos borrar tantísimas décadas de historia violenta hacia nuestros cuerpos y opresiva. Entonces siento que hay dos vertientes: por un lado, sí siento que hay mayor concienciación y que cada vez más gente se da cuenta del impacto que puede tener un comentario que no viene a cuento, un comentario que no te han solicitado, una opinión no solicitada. Y por otro lado, también creo que estamos un poco en “parece que esto es lo que se hace ahora”, entonces todo va en tendencias, en moda en redes sociales, “esto es lo que se hace ahora y tengo que decir para cumplir con”, entonces ahí se desvirtúa un poquito el mensaje.

—¿Qué fue lo más difícil de crecer sintiendo esa discriminación?
—Yo creo que la sensación de tener que compensar todo el rato, que es una cosa que todavía me acompaña mucho a nivel terapéutico es esta cosa de que nunca eres suficiente, siempre tienes que compensar en tus relaciones, en tu trabajo, siempre tienes dar que “un poco más, un poco más”, y eso te lleva a una hipervigilancia, una ansiedad constante de no llegar, entonces hay una insatisfacción porque sientes “sí mi cuerpo fuera otro”. Se queda algo muy metido de cómo me tengo que comportar con los demás, cuán complaciente tengo que ser, hay falta de límites y es bastante complicado, pero sobre todo el resumen sería: el tener que compensar, en todos los sentidos de la palabra y en todos los niveles. La complacencia en las relaciones, el ser supersimpática, superagradable, que nadie piense mal de mí, que no me rechacen, que no me abandonen, lo que tenga que hacer para que este cuerpo, que seguro haría que me rechazaras, sea compensado con atributos increíbles que te puedo mostrar en mi personalidad, y por supuesto la sexualidad que va intrínseca en el cuerpo.

—¿Cómo fue tu proceso de recuperación de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA)?
—La recuperación del TCA total existe, lo cual no quiere decir que se dé en todos los casos. Pero hay un porcentaje que no es demasiado alto en el que sí el TCA cronifica, quiere decir que lleva durante mucho tiempo esa conducta con la alimentación o con el cuerpo que se ve y entonces cuesta un poquito más. Mi psicólogo siempre me dice una cosa que es muy importante a tener en cuenta y es que los pensamientos son ideas, pero no son factos, no son realidades indeclinables, entonces que tu mente te diga: “Debemos compensar”, no significa que tú tengas que accionar hacia eso. Los atracones son un recurso emocional cuando no tenemos otras herramientas. ¿Cómo se aborda una recuperación de TCA? Depende de la gravedad del caso, normalmente se hace de forma multidisciplinaria, quiere decir que se aborda la parte de la psicología, la nutrición y en última instancia, si se necesita, la parte de psiquiatría porque puede haber estados de ansiedad o depresión u otros trastornos que pueden derivar de los TCA. El cuerpo es una máquina de supervivencia y lo hace lo mejor que puede con las herramientas que le damos, entonces se trata también de restaurar todo ese imaginario alrededor de la comida, esa conducta alimentaria, empezar a tener esa conciencia, a comer con el mindful eating, esta cosa consciente de “estoy masticando”, “cómo me encuentro”, “esto me sienta bien”, “esto me sienta mal”, conocerte.
Y luego, en la otra parte, tú puedas tener herramientas para un mal día, para cuando estoy con la regla, para cuando la tendencia de mi mente sería “dame ese chocolate”, ese chocolate en algunos momentos podrá ser un recurso, pero tendré un abanico muchísimo más enorme. Yo siento que todo no es A o B, siento que, como todo en la vida, fluctúa, entonces que te comas un chocolate cuando tienes un mal día, ¿está mal? no, mientras no sea el único recurso que tienes. Si yo cada vez que estoy mal, que tengo rabia, hago tal cosa, si tengo rabia y pego puñetazos, está mal. Si el único recurso que tengo para gestionar “x” emoción o “x” situación es darme ese atracón que me genera un malestar físico, porque va más allá también de lo que he comido, la calidad de los alimentos, la cuestión es que te sientes absolutamente embotada y te encuentras mal. La comida y el cuerpo es algo que tenemos tan accesible que puede ser muy fácilmente una herramienta de castigo, de recompensa, de compensación, porque la tienes superaccesible, entonces, si yo me quiero castigar a mí misma fíjate qué fácil lo tengo porque poseo este cuerpo del que yo soy dueña y la comida la tengo tan accesible que también la puedo usar de esa manera. Para mí ha sido toda la vida así: podré comer “x” cosa cuando pueda hacer “x” ejercicio, vestir de esta manera, salir con “x” persona, ser de una manera, tener una personalidad más extrovertida cuando adelgace, cuando mi cuerpo sea aceptado. Creo que esto es algo muy común en general en las infancias y adolescencias gordas o con cualquier disidencia, es la sensación de cuando esto acabe, y el problema de eso es que a veces llegamos a tiempo poder exprimir nuestra vida un poco más y es que la vida se nos pasa y seguimos pendientes de que aquel pantalón que guardé no me cabe, entonces es muy doloroso realmente.
—Contás en tu libro que lo que más te costó fue poner límites con tus familiares y amigos.
— Sí. Tuve que poner distancia física, silencio para colocar mis vivencias, mi historia, ubicar también a mis familiares en el lugar que correspondía y ponerme en primer lugar a veces, que tampoco está mal. Por otro lado, hay un montón de comentarios que te llegan y que en otro momento te hubieras callado y de golpe ese día dices: “No quiero más comentarios así”, en mi caso he sido muy cobarde en muchos sentidos, y muchas cosas las he contado antes públicamente que con mi familia, porque pensaba que me iban a hacer sentir culpable, porque me daba vergüenza, porque pensaba que no lo iban a entender, entonces para mí ha sido un poco de ensayo y error, yo lo que digo es que lo importante es escucharse a una misma y saber hasta dónde estás dispuesta a llegar.

—¿Qué significaba para vos la frase “otra vida para mí” y cómo imaginabas esa nueva vida durante tu proceso de recuperación?
—Cuando yo empecé a recuperarme del TCA definitivamente y nació Croquetamente, la cosa era que yo había llegado a un punto que me encontré con 23, 24 años, no hace tanto en realidad, en el que dije: “No puede ser, me niego a creer que esto sea la vida, este sufrimiento, este malestar constante, este no saber quién soy. Esta sensación conmigo de tantísimo rechazo y tantísimo asco, tantísimo odio, es que no puede ser, esto será así hasta el final de mis días, no me voy a aguantar”, entonces se encendió esa chispa de tiene que haber otra vida para mí y para mí fue el motor de decir: “Voy a quemar el último cartucho, voy a comprometerme con mi TCA” porque cada vez que iba a terapia me hablaban de la anorexia y yo decía: “No, yo dejé de restringir y de vomitar hace mucho tiempo, esto no va conmigo”, es mucho más profundo, es una restricción más emocional de lo que te decía antes, de restringirme cosas que no solamente son comidas, sino que me restrinjo el placer, el disfrute, el amor.
La cuestión es que esa frase me empezó a retumbar, entonces fue el último cartucho, nació Croquetamente, dije: “Lo voy a contar”. Me comprometí con mi recuperación, empecé a empaparme muchísimo de lo que podía en ese momento, porque no me podía pagar terapia entonces iba a la obra social, mi padre me regalaba libros de autoayuda y empecé a que todos los inputs fueran crecimiento personal, autoestima. Obviamente, eso no te arregla el trauma y por eso yo llevo en terapia desde entonces, pero hasta que pude, es un pasito a la vez porque cada paso que das ya no vuelves a la casilla de salida. Tú te has quedado aquí y la que se cae no es la misma que la que se cayó en 2022 o en 2023 o en 2024, ya eres otra, entonces realmente el “otra vida para mí” no tenía muy claro qué era, pero tiene que ser otra. Yo decía: “Tiene que haber otra vida para mí ¿cómo es? no lo sé. Pero que no tenga este nivel de insatisfacción constante”. Cuando sané mi relación con mi cuerpo me di cuenta de que existía la sensación de libertad, de que me gusto, de que me respeto, honro mi cuerpo, esos gestos de amabilidad hacia una misma. Pero sí había otra vida para mí, una vida en la que mi cuerpo no es un freno que me limite mi vida y para mí comprobar eso, que yo podía vivir una vida plena, reír a carcajadas, explorar mis emociones, comer tranquilamente con el cuerpo que tengo sin necesidad de pasar por un quirófano, para mí fue muy importante, fue de vital importancia, supongo que esa vida se ve distinta en cada persona, pero sí creo que es bonito plantearnos que existe.