
Makaila Chenier, una joven de 17 años originaria de Texas, creyó al principio que aquel pequeño bulto en su cuello era apenas una secuela más de un resfriado mal curado. La inflamación no parecía alarmante, y todo indicaba que se trataba de un ganglio linfático inflamado, algo común tras una gripe.
Con el paso de los días, aquel bulto comenzó a crecer. Luego vino la dificultad para respirar al acostarse. Esa fue la señal que la llevó a consultar con su médico de cabecera, quien, al evaluar la situación, la remitió de inmediato a un especialista en oído, nariz y garganta. Tras esa consulta, la indicación fue clara: ir a la sala de emergencias sin demora.
Una vez en el hospital, Makaila fue sometida a una batería de estudios —ecografía, rayos X y tomografía computarizada— que encendieron todas las alarmas. Los médicos sospechaban algo más serio. “Hubo una sensación de urgencia que captamos rápidamente durante las consultas”, explicó su madre, Christina Chenier, en entrevista con Today.com. “Sabíamos que algo no estaba bien”.
Apenas un día después de llegar al hospital, Makaila fue trasladada al Texas Children’s Hospital, ubicado en el centro de Houston. Allí recibió el diagnóstico definitivo: linfoma de Hodgkin en etapa 2. En apenas una semana, la adolescente ya estaba comenzando su primera ronda de quimioterapia.
“Fue muy duro, porque fue como si todo cambiara literalmente de la noche a la mañana”, relató Makaila en declaraciones recogidas por Today.com. “Era solo un pequeño bulto”. Desde entonces, la joven recibe quimioterapia cada dos semanas, en un tratamiento intensivo que se espera finalice en agosto de este año.
Su madre recuerda el momento en que los médicos expresaron por primera vez la sospecha de cáncer. “El doctor dijo: ‘Parece que podría ser algún tipo de linfoma’”, afirmó Christina. “Escuchar que tu hija podría tener cáncer, fue como un golpe en el estómago. De repente, estábamos jugando un juego completamente distinto, y todo se puso patas arriba”.

El linfoma de Hodgkin, según define la Mayo Clinic, es un tipo de cáncer que afecta al sistema linfático, parte esencial del sistema inmunológico del cuerpo. Se produce cuando células sanas de ese sistema comienzan a crecer de forma descontrolada. Entre sus síntomas más comunes están la fiebre, los sudores nocturnos y la hinchazón indolora de ganglios linfáticos, especialmente en zonas como el cuello, las axilas, el abdomen o la ingle.
Existen dos tipos principales de este cáncer: el linfoma de Hodgkin y el linfoma no Hodgkin. La diferencia clave entre ellos radica en el tipo de célula que se ve afectada. En el caso de Makaila, se trata de un linfoma de Hodgkin en etapa 2, lo que indica que la enfermedad está presente en dos grupos de ganglios linfáticos, ya sea en un solo lado del diafragma o en ambos, pero aún en una etapa temprana de diseminación.
El diagnóstico precoz, en este tipo de cáncer, es fundamental para mejorar las tasas de supervivencia. Aunque el tratamiento puede ser largo y agresivo, los resultados tienden a ser favorables cuando se detecta a tiempo, como en el caso de Makaila.
Desde el diagnóstico, la rutina de Makaila ha cambiado radicalmente. Dejó la escuela presencial para continuar su educación en casa, ha tenido que ausentarse de eventos sociales y escolares importantes, y ha enfrentado semanas de tratamientos agotadores. Uno de los momentos más difíciles fue renunciar a su baile de graduación, un evento esperado por cualquier adolescente en Estados Unidos.
Sin embargo, hubo un hito que no quiso dejar pasar. “Me dejaron participar en la graduación porque eso es una vez en la vida”, explicó Makaila, quien a pesar del tratamiento, logró ponerse toga y birrete y recibir su diploma junto a sus compañeros.

Una vez finalice su tratamiento en agosto, Makaila planea tomarse un año sabático antes de ingresar a la universidad. Es un tiempo que, asegura, quiere dedicar a recuperarse completamente y a procesar todo lo vivido en los últimos meses.
“He estado manteniéndome muy positiva a lo largo de todo esto”, comentó. “He aprendido que eso realmente ayuda a sobrellevarlo, porque dicen que el tiempo vuela cuando te estás divirtiendo. Intento divertirme lo más que puedo y sacar lo mejor de esta experiencia, y eso me ha servido mucho”.
Con un tratamiento aún en curso y múltiples sesiones de quimioterapia por delante, Makaila Chenier se ha convertido en un símbolo de fuerza silenciosa y resistencia, recordando que a veces, detrás de un simple resfriado, puede esconderse una realidad mucho más compleja.