
El impacto en la salud de los primeros voluntarios y otros trabajadores que estuvieron expuestos a los escombros y tóxicos de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York se multiplica más de dos décadas después de la tragedia.
Según el más reciente reporte del World Trade Center Health Program, son 48.579 las personas diagnosticadas con algún tipo de cáncer vinculado al 11-S, lo que representa un aumento de 143% en los últimos cinco años.
Cánceres de piel, próstata y mama encabezan la lista, seguidos por melanoma, linfoma, leucemia y tumores de tiroides, riñón, pulmón y vejiga. Los expertos atribuyen este alarmante incremento a la exposición a sustancias tóxicas en la Zona Cero y el vertedero Fresh Kills en Staten Island.

La edad avanzada de muchos de quienes acudieron a las labores de rescate incide en el crecimiento de los diagnósticos. “Sabemos que la población está envejeciendo, así que podemos predecir que el número de cánceres va a seguir subiendo”, explicó el Dr. Steven Markowitz, especialista en medicina ocupacional del Queens College.
Otro factor es la reciente ampliación del propio programa de salud. Desde 2017, la inscripción ha crecido y 2024 se perfila como un año récord con más de 10.000 nuevos miembros, según un portavoz de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). “Seguiremos viendo un aumento de casos de cáncer y otras enfermedades graves con periodos de latencia más extensos”, indicó el vocero.
Cifras del CDC muestran que, hasta el 27 de marzo de este año, 8.215 inscritos en el programa han fallecido, entre ellos 5.844 respondedores. De los fallecidos, 3.767 padecían cáncer; esa cifra supera las 2.977 víctimas mortales directas del 11-S.
La vida de los primeros en llegar al desastre cambió para siempre. El exoficial del NYPD John DeVito, originario de Bellport, Long Island, trabajó tanto en la Zona Cero como en Fresh Kills, removiendo escombros “sin máscaras”.

“Decían que todo era seguro”, recuerda DeVito, que tenía 28 años durante los atentados y hoy es abuelo. En 2020 le diagnosticaron cáncer de esófago y tuvo que someterse a quimioterapias y extirparse parte del esófago y el estómago. “Íbamos con rastrillos por los restos que lanzaba una excavadora”, relató.
El también retirado policía Glenn Taraquinio, de 62 años, ayudaba a sacar cubos llenos de restos el día después del ataque. “De vez en cuando veías una mano o alguna parte de un cuerpo en el balde. Llevábamos esos restos al forense con todo el respeto posible”, contó.
Taraquinio recuerda cómo las autoridades aseguraban que el aire era seguro. La entonces comisionada de la EPA, Christie Todd Whitman, “salió y dijo que no había ningún problema con la calidad del aire”, narró. “Las mascarillas se ponían negras en una hora”, remarcó. En 2020 le diagnosticaron cáncer de próstata asociado con el 11-S y calificó los números actuales de cáncer como “demenciales”.
Para el exjefe de la Unidad de Servicios de Emergencia del Departamento de Correcciones, Phil Rizzo, de 69 años, la escena era apocalíptica. “Caía tanta ceniza que parecía que estaba nevando”, compartió. “No estábamos realmente preparados. Teníamos guantes de trabajo y gorras de béisbol.” Fue diagnosticado con cáncer de cabeza y cuello en 2023. “Siempre llevé una vida saludable y, aun así, parece que poco a poco está tocando a la mayoría de los que estuvimos allí.”

La técnica de emergencias médicas del FDNY Ivonne Sánchez, de 59 años, estuvo casi diez meses trabajando en los escombros. En 2013 recibió el diagnóstico de cáncer de mama. “Pasó de estadio uno a dos en apenas tres meses”, detalló, y exigió una mastectomía doble cuando los médicos dudaban. “Tenía el presentimiento de que era algo más grave”, narró. Tras la cirugía, recibió la confirmación de que el cáncer afectaba ambos pechos.
Sánchez y Taraquinio, junto a otros afectados, viajarán esta semana a Washington D.C. para reclamar la extensión de la atención sanitaria. “Desgraciadamente, se trata de otra lucha por financiamiento. Es extenuante”, subrayó Taraquinio.
Más de dos décadas después, la carga de los cánceres relacionados con el 11-S no deja de crecer, enfatizando la necesidad de políticas de salud sostenidas para quienes expusieron su vida en los días más oscuros de Nueva York.