La hoja de ruta de China para dominar Latinoamérica

hace 15 horas 2

A principios de mayo, durante la ceremonia inaugural del Foro China-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el presidente Xi Jinping presentó un plan de cinco pilares que guiará la relación de Pekín con 33 países de la región durante los próximos tres años. Esta hoja de ruta institucionaliza la presencia de China en el hemisferio occidental, lo que genera importantes inquietudes para Estados Unidos y la mayoría de las naciones involucradas en esta nueva estrategia.

El nuevo marco, formalizado en el Plan de Acción Conjunto China-Celac 2025-2027, se basa en premisas casi intuitivas: solidaridad, desarrollo, civilización, paz y conectividad entre los pueblos. Estos temas reflejan la evolución de las herramientas de influencia de China en la región. Tras el lenguaje del respeto mutuo y la cooperación se esconde el objetivo más trascendental: consolidar a China como un actor dominante en las Américas.

Este plan representa el esfuerzo más significativo de China hasta la fecha para fortalecer su influencia en el continente, revelando las líneas generales de las ambiciones a largo plazo de Pekín en la región. Esto, a su vez, plantea interrogantes urgentes sobre el futuro de la soberanía y la alineación estratégica de los países de América Latina y el Caribe, así como sobre la seguridad nacional de Estados Unidos.

Y mientras que Washington sigue recortando la ayuda a América Latina y el Caribe (ALC), China parece estar cobrando impulso, tras haber reemplazado a Estados Unidos como principal socio comercial de Sudamérica en los últimos años.

Tras la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, el comercio de Pekín con la región creció un 31 % anual durante ocho años. En 2024, este comercio alcanzó los 518.000 millones de dólares, y los economistas creen que podría superar los 700.000 millones de dólares para 2035.

Sin embargo, la inversión del Gobierno chino ha comenzado a disminuir. Los desembolsos de las instituciones financieras estatales se han agotado, y ahora son las empresas chinas las que impulsan la inversión en sectores cuidadosamente seleccionados y de importancia estratégica para Pekín, como la tecnología, las telecomunicaciones, las energías renovables, los minerales críticos, la infraestructura y los vehículos eléctricos. El nuevo marco implementado por China para la Celac refleja este cambio hacia prioridades económicas estratégicas específicas, así como una expansión significativa de sus vínculos políticos y sociales con la región.

Lazos nuevos y fuertes

El pilar de solidaridad se centra en consolidar los lazos políticos más allá de las ideologías. La iniciativa más significativa es el compromiso de China de invitar anualmente a 300 representantes de partidos políticos de los países de la Celac a Pekín (serán 900 a lo largo de tres años). Este esfuerzo no se trata simplemente de diplomacia, sino de protegerse contra la volatilidad electoral.

Aunque los gobiernos de izquierda en México, Brasil, Colombia y Chile se inclinan más favorablemente hacia Pekín, China parece muy consciente de que el liderazgo en la región puede cambiar abruptamente. Se avecinan elecciones presidenciales o parlamentarias en Chile, Bolivia, Jamaica y Honduras este año; en Brasil, Perú, Colombia y Costa Rica en 2026; en Argentina y Guatemala, aliado de Taiwán, en 2027, y en Paraguay, el otro principal aliado regional de Taiwán, en 2028. Al cultivar relaciones con líderes de partidos de nivel medio y alto, incluyendo a posibles candidatos presidenciales o a primer ministro, China está incorporando resiliencia política a su estrategia en América Latina y el Caribe.

Pekín ha desarrollado vínculos particularmente profundos con Brasil, Perú y Chile, convirtiéndose en el principal socio comercial de los tres países. Estas tres naciones han recibido la mayor parte de la inversión china en la última década en sectores de especial interés para las empresas chinas: agricultura, tecnología 5G, minerales críticos y vehículos eléctricos.

En el marco del pilar de Desarrollo, alineado con la Iniciativa de Desarrollo Global de China, Pekín ofrece una línea de crédito de 9.000 millones de dólares para apoyar la infraestructura regional, la reducción de la pobreza y la transformación digital. También se ofrecen 300 oportunidades de capacitación técnica y 300 proyectos de asistencia local, pequeños pero atractivos.

El plan promueve explícitamente instrumentos financieros como los bonos Panda, vehículos de deuda nominados en yuanes que amplían el uso de la moneda china en las transacciones transfronterizas. Hasta la fecha, Argentina, Brasil y Bolivia pueden liquidar oficialmente sus operaciones comerciales en esta moneda, y Argentina mantiene desde hace tiempo un intercambio de divisas de 5.000 millones de dólares para reforzar sus menguantes reservas. El plan también prevé la creación de un fondo de cooperación para la inversión en capital y promueve mecanismos bilaterales de resolución de disputas, lo que implica un desafío implícito a las normas financieras multilaterales.

Un concepto particularmente notable es la construcción de ‘puertos amigos’. El término parece diseñado para minimizar el creciente escrutinio sobre el aparente control de China sobre infraestructura marítima clave en la región, como Chancay en Perú o las terminales portuarias alrededor del canal de Panamá. Estas posesiones portuarias, en particular al combinarse con el lenguaje sobre la cooperación de doble uso en el transporte, son una señal de alerta para los analistas que estudian el potencial de China para aprovechar activos comerciales con fines militares o de inteligencia.

La agenda de desarrollo también incluye una mayor cooperación en tecnologías de última generación: big data, computación en la nube, internet de las cosas, ciudades inteligentes, inteligencia artificial y gestión del espectro radioeléctrico. Mientras Washington y Pekín compiten globalmente en tecnologías emergentes, América Latina y el Caribe se está convirtiendo rápidamente en un escenario clave para la infraestructura digital y la armonización regulatoria.

Presencia en seguridad

El pilar de Paz, enmarcado en la Iniciativa de Seguridad Global, profundiza en la ciberseguridad, la delincuencia transnacional y la seguridad pública. El plan propone la creación de un mecanismo de enlace entre los Equipos de Respuesta a Emergencias Informáticas (Cert) nacionales, una medida aparentemente técnica que, en la práctica, podría otorgar a las autoridades chinas de ciberseguridad acceso privilegiado a las redes de intercambio de amenazas digitales en las Américas. Esto también resulta interesante dado que los actores con sede en China han sido a menudo responsables de ciberintrusiones en toda la región. En 2021, por ejemplo, el grupo de ciberespionaje Nickel atacó a 16 gobiernos de América Latina y el Caribe.

El Plan de Acción reconoce, aunque indirectamente, el auge de las organizaciones criminales vinculadas a China en América Latina. Propone capacitación policial y coordinación operativa para combatir el lavado de dinero, la trata de personas, la minería ilegal, el tráfico de fauna silvestre y el narcotráfico. En los últimos años, las redes criminales chinas han participado en todas estas actividades en la región y en otras partes del mundo. Al mencionar estas actividades específicamente, el Gobierno chino está enviando un mensaje de que está dispuesto a ayudar a los países de Latinoamérica a abordar esta cuestión mediante una mayor cooperación en la aplicación de la ley.

Otros componentes de este pilar son igualmente reveladores. El plan exige una mayor cooperación en el sector aeroespacial, incluyendo un Foro de Cooperación Beidou y el establecimiento de un Centro de Desarrollo de Aplicaciones Beidou. Beidou, el sistema de navegación por satélite chino, está diseñado para competir con el GPS y ofrece a Pekín la oportunidad de integrar sus estándares tecnológicos en la infraestructura regional de navegación y comunicaciones.

El plan también reafirma el interés de China en la Antártida, destacando la cooperación en investigación y el intercambio de científicos. Esto se alinea con la creciente presencia estratégica de China cerca del estrecho de Magallanes, uno de los cuellos de botella marítimos más críticos del mundo, y refleja ambiciones más amplias en materia de gobernanza polar y observación espacial.

El cambio climático también ocupa un lugar destacado. Desde el lanzamiento de la iniciativa Isla de Carbono Cero para las naciones del Caribe hasta el establecimiento de un Centro de Desarrollo China-Caribe, Pekín se está consolidando como un socio climático más fiable, especialmente ante los vacilantes compromisos climáticos de EE. UU. y sus recientes retrocesos institucionales, como el desmantelamiento de Usaid.

Proyectando valores

El pilar de Civilización sustenta la Iniciativa de Civilización Global de China y refuerza su estrategia de poder blando. Abarca desde festivales culturales e intercambios cinematográficos hasta cooperación turística y digitalización de museos. El plan propone una Conferencia de Diálogo de Civilización –haciendo eco de una sugerencia del presidente Gustavo Petro– y profundiza en la integración de los Institutos y Aulas Confucio en los sistemas educativos regionales.

China ofrecerá 500 becas internacionales para la enseñanza del chino, 1.000 plazas de intercambio Puente Chino y 30.000 libros chinos a los Estados miembros de la Celac. Estas medidas buscan difundir narrativas favorables a China en los espacios educativos y culturales latinoamericanos. Esto es un recordatorio de que la interacción ideológica de China en la región no es pasiva, sino organizada, estratégica y cada vez más profesionalizada para impulsar el poder discursivo de China.

El último pilar, la conectividad entre pueblos, lleva la proyección de China a los niveles municipal y comunitario. A través de foros de gobiernos locales, asociaciones sociales, diálogos turísticos e intercambios deportivos, Pekín está construyendo una arquitectura de influencia desde la base. Planea ofrecer 500 oportunidades de capacitación a académicos y periodistas de los países de la Celac, patrocinar una exhibición de cine y televisión china y traducir 10 nuevas series de televisión al español y al portugués cada año.

Estas iniciativas no son solo de difusión cultural. Forman parte de un método más amplio para moldear la opinión pública y el discurso en todos los ámbitos de la sociedad, desde los gobiernos locales y las universidades hasta los medios de comunicación y las organizaciones deportivas.

El dilema de la soberanía

En conjunto, estos cinco pilares constituyen una estrategia sofisticada y multidimensional. Si bien se formula en términos de asociación, el Plan de Acción 2025-2027 plantea importantes interrogantes sobre la autonomía, la resiliencia y la dependencia.

Para los países de Latinoamérica, el atractivo de la inversión y la infraestructura chinas es innegable. Sin embargo, las desventajas son cada vez más difíciles de ignorar: infraestructura estratégica con usos finales poco claros; plataformas digitales potencialmente vinculadas a la inteligencia china; y una constante programación política, educativa y cultural que privilegia la cosmovisión de Pekín.

Para EE. UU., las implicaciones son graves. El Plan de Acción China-Celac es una hoja de ruta estratégica diseñada para integrar a China en todo el espectro de gobernanza, economía y sociedad del hemisferio occidental. Institucionaliza la presencia de China en una región considerada desde hace tiempo dentro de la órbita estratégica estadounidense, y lo hace de maneras difíciles de contrarrestar con ayuda puntual o apoyo retórico.

Si Estados Unidos y sus aliados aspiran a seguir siendo socios creíbles en las Américas, deben ofrecer alternativas claras –en infraestructura, tecnología, educación y clima– que se ajusten al alcance y la capacidad de permanencia de la visión china. De lo contrario, Washington correría el riesgo de ceder la iniciativa a China no solo durante los próximos tres años, sino durante muchos años más.

LELAND LAZARUS (*) 

AMERICAS QUARTERLY

(*) Fundador y director ejecutivo de Lazarus Consulting (LLC), una firma de consultoría estratégica especializada en las relaciones entre Estados Unidos, China y Latinoamérica. Es exfuncionario del Comando Sur y diplomático estadounidense.

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