El desafío de la sostenibilidad del turismo en Latinoamérica

hace 2 días 8

"No es paraíso si los locales no pueden costearlo”. La frase aparece en la pancarta de una protesta contra el turismo masivo y la gentrificación, realizada a principios de julio en Ciudad de México. Muchos destinos turísticos de Latinoamérica se promocionan como verdaderos paraísos y lo son. Pero quiénes y cómo lo disfrutan, parece ser el verdadero problema de hoy.

Los mexicanos afectados confiesan que se ha hecho imposible vivir en sus propios barrios donde los alquileres incluso aumentaron en un 70 por ciento, como en el caso de los populares barrios Roma y Condesa.

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Este rechazo reproduce el que desde hace algunos años afecta a Europa, donde en varias ciudades han surgido manifestaciones y también medidas para reducir el impacto del turismo de masas. Por ejemplo, Barcelona, donde ha habido protestas, implementó una regulación estricta de la plataforma Airbnb y servicios similares y restringió el acceso de autobuses turísticos a zonas del centro histórico. En Ámsterdam prohibieron nuevos hoteles y tiendas orientadas exclusivamente a turistas en el centro y lanzaron campañas para desestimular el “turismo de fiesta”. En París, uno de los destinos más codiciados, hay controles rígidos a los alquileres, en busca de un equilibrio entre la actividad turística y la vida de los residentes.

Para Fadrique Iglesias, planificador urbano y doctor en Patrimonio Cultural, el fenómeno de la gentrificación debe ser entendido desde los riesgos y oportunidades. “Uno de los mayores problemas es el peligro del desplazamiento de comunidades vulnerables debido a la congestión y el incremento de los precios. Esto puede generar una pérdida del carácter de barrio, llamado aculturación u homogeneización y puede destruir la ventaja competitiva que tenía la zona, eso que los residentes han hecho como único y que se va quedando atrás porque muchas ciudades llegan a parecerse a otras y se pierde ese elemento diferenciador".

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Esto puede generar una pérdida del carácter de barrio, llamado aculturación u homogeneización y puede destruir la ventaja competitiva que tenía la zona, eso que los residentes han hecho como único y que se va quedando atrás porque muchas ciudades llegan a parecerse a otras y se pierde ese elemento diferenciador

Fadrique IglesiasPlanificador urbano y doctor en Patrimonio Cultural

Sin embargo, este fenómeno también tiene ventajas. Iglesias destaca la renovación de la estructura urbana y el desarrollo de la industria inmobiliaria. Y en el caso específico de la región considera que aún es posible “enderezar conductas y aprender de los riesgos”. “Se pueden tomar medidas preventivas y pensar en viviendas subsidiadas para colectivos en riesgo. También ver las oportunidades de desarrollo local a partir del turismo responsable y sostenible. Es posible potenciar el nivel cultural, incrementar el flujo de negocios, descubrir el patrimonio inmaterial a través de la gastronomía y los festivales, y diversificar actividades para no perder eso que hace únicas a estas ciudades”, dice el experto.

Pero más allá de eso, no se puede negar el potencial del turismo a nivel global como tampoco el impacto en el estilo de vida de los residentes. Casi un juego de protagonistas y antagonistas desafiados por una forma de convivencia incómoda, pero ineludible.

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El factor gastronómico

Conocer y experimentar la gastronomía local es una de las mayores motivaciones de los viajeros y va mucho más allá, aunque no todos lo entienden de esta manera. “Ha habido una dinámica de romper paradigmas”, dice Tatiana Mejía, pionera en turismo gastronómico en Suramérica y fundadora de astuviaje gourmet. “Después de la pandemia la gente comenzó a hacer consciencia sobre las comunidades, lo experiencial y cumplir los objetivos de desarrollo sostenible. Mirar los sabores desde la riqueza cultural es muy diferente a ser foodie, que es voy a restaurantes y como rico. El turismo gastronómico es conectar con la historia detrás del sabor, con todo lo cultural y social que hay detrás de un ingrediente o un fogón”.

Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), alrededor del 40 por ciento de los viajeros en todo el mundo elige su destino considerando la gastronomía como un factor clave. Perú, por ejemplo, es uno de los grandes líderes del turismo gastronómico y ha sido 12 veces nombrado Mejor Destino Culinario del Mundo en los World Travel Awards. Aunque su carta de presentación más popular es el ceviche, la cocina peruana cada vez ofrece más alternativas aprovechando su variedad de productos locales y la fusión con los conceptos modernos.

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Lima destaca por su infraestructura y servicios.

Lima destaca por su infraestructura y servicios. Foto:iStock

El turismo gastronómico no solo se queda en la industria hotelera o los restaurantes, pues tiene impacto en toda una cadena de valor que incluye a los agricultores, artesanos, guías turísticos, chefs, entre otros. Por eso está considerado como una de las mayores oportunidades de crecimiento de la región. De hecho, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, que en 2024 participaron en la Feria Internacional de Turismo (FIT), firmaron un acuerdo que busca “posicionar el patrimonio culinario regional como un eje central en la promoción turística a nivel global”.

Mejía, quien es curadora de experiencias de turismo gastronómico, asegura que este es un momento de grandes oportunidades para la región. “Dentro de tanta riqueza no vemos el potencial que tenemos y eso pasa en diferentes países de Latinoamérica”.

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Otras cifras

Según el más reciente Barómetro del Turismo Mundial, difundido en enero de 2025, el continente americano recibió un total de 213 millones de llegadas en 2024. Eso representa el 97 por ciento del nivel de antes de la pandemia, con una disminución de solo el 3 por ciento en comparación con 2019.

Este informe de ONU Turismo trae un dato clave: El Salvador superó las llegadas de turistas internacionales de prepandemia con un 81 por ciento, al ubicarse como el segundo destino con mejor desempeño global en ese sentido, solo detrás de Catar, que reportó un 137 por ciento. Colombia fue el séptimo país, con un 37 por ciento. 

De acuerdo con The World Travel & Tourism Council (WTTC), el turismo aporta más del 10 por ciento del PIB en muchos países latinoamericanos, con efecto multiplicador en sectores como transporte, comercio y servicios. En nuestro país es solo el 5 por ciento.

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Es imposible negar la importancia del turismo a nivel global, y hay que reconocer que en las últimas décadas esa actividad se ha democratizado de forma evidente. Ya no es un privilegio de unos pocos y las ciudades lo están entendiendo al impulsar la sana competitividad con sus atractivos. “Hoy es más fácil viajar en América Latina y el mundo, la oferta de vuelos, de buses, de información, que hace 25 años era de muy difícil acceso, ya no lo es. Ir a Machu Picchu o el Salar de Uyuni tiene facilidades con la geolocalización, ChatGPT y todas las herramientas que dan una mayor ventaja al turismo diversificado y cultural. Hoy podemos hablar de una democratización real y de acceso al turismo”, asegura Fadrique Iglesias.

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Machu Pichu es un destino codiciado por turistas internacionales.  Foto:AFP

Esa democratización, paradójicamente, hizo crisis en Europa, donde literalmente no quieren ver un turista más. Sin embargo, esa situación ha abierto una oportunidad para que América Latina aproveche una actividad de enormes posibilidades económicas, pero desde un punto de vista sostenible, que entiende la importancia del medio ambiente y de las comunidades receptoras. Turismo sí, pero responsable.

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FABIOLA CHAMBI (*)

Connectas (**)

(*) Periodista boliviana, miembro de la mesa editorial de Connectas. 

(**) Connectas es una iniciativa periodística sin fines de lucro que promueve la producción, el intercambio, la capacitación y la difusión de información sobre temas claves para el desarrollo de las Américas. Este artículo es una versión editada del original.

Así está la situación en Colombia

El país no es ajeno al fenómeno del turismo masivo, y cada año es evidente que ingresan más y más extranjeros. Algunos para hacer turismo, mientras que otros se instalan en ciudades como Medellín en condición de nómadas digitales.

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El 2024 rompió récords en ingresos de turistas extranjeros, según el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, que contabilizó la llegada de 6,7 millones provenientes del exterior. Eso representó un aumento del 8,5 por ciento respecto a 2023. La meta del Gobierno es llegar a 7,5 millones de turistas extranjeros para 2026.

Las ciudades que más reciben a turistas extranjeros son Bogotá, Medellín y Cartagena, siendo esta última receptora de cruceros, que se traduce directamente en turismo de masas.

Cartagena de Indias, Colombia, distrito de Bocagrande

Cartagena de Indias, Colombia, distrito de Bocagrande Foto:Istock

En 2024, el turismo internacional en la capital del Bolívar aumentó en un 22 por ciento, de acuerdo con Cartagena Cómo Vamos. Esta cifra llamó a las autoridades locales a analizar los retos como ciudad a la hora de atender el sector. Entre estos está: “la calidad del empleo turístico, la alta informalidad y la necesidad de mejorar la infraestructura turística para sostener el dinamismo del sector”.

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Los principales turistas extranjeros que entran al país son los estadounidenses, quienes prefieren Medellín sobre otros destinos nacionales. Esta preferencia está generando repercusiones económicas y sociales en la ciudad, pues el costo de vida ha aumentado significativamente y el atractivo de ciertas zonas como Laureles y El Poblado ha llevado al desplazamiento de poblaciones locales, que han habitado esos barrios por años, para privilegiar la recepción y atención de turistas en viviendas de rentas cortas que llegan para pagar en dólares.

En Medellín hay 4,07 viviendas de este estilo por cada 1.000 habitantes, una media similar a la de Atenas, San Diego y Madrid. Incluso este modelo crece más que la oferta hotelera a nivel mundial.

Desde el Concejo de la ciudad se habla de la necesidad de implementar medidas que beneficien a la ciudadanía y a sectores más amplios que Laureles y El Poblado, fortalecer la identidad cultural y promover el turismo comunitario.

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Provenza, en El Poblado, se convirtió en zona de incidencia de turistas.  Foto:AFP

Obligados a irse

En septiembre de 2016, un vecino del edificio donde vivían los papás de la periodista Carolina Calle Vallejo en el barrio Provenza, en Medellín, vendió su apartamento tras recibir una oferta en dólares. El barrio ya venía transformándose: las casas antiguas donde crecieron familias pasaron a ser hostales, discotecas, cafés, casas de cambio y restaurantes. El nuevo vecino extendió la oferta a todo el edificio y al que se le negó lo amenazó con que tarde o temprano les iba a comprar. La familia Calle Vallejo se resistía a irse de un lugar suyo por décadas.

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Luego de dos años, la mayoría de los vecinos vendieron y los únicos que quedaron fueron los Calle Vallejo. “A la fuerza, comprendí que esa ya no era una zona residencial, era la zona rosa de turistas”, escribió la periodista en una exposición que hizo sobre el tema para Comfama, el Metro y Parque Explora. En diciembre de 2018, los Calle Vallejo decidieron vender por los repetidos hurtos a los apartamentos vacíos, por las rumbas hasta altas horas de la noche, por los escándalos en la portería, por las constantes visitas de trabajadoras sexuales, por los restos de sustancias psicoactivas en las escaleras. “Nos quedamos solos, sin vecinos”, dijo la periodista. 

Un mes después hicieron maletas y abandonaron su casa de toda la vida. Hoy su apartamento, remodelado con espacios para crear contenido para adultos, aparece en páginas de alquileres vacacionales y en redes sociales.

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