La nueva OEA no quiere llamar dictadores a los criminales de Cuba, Nicaragua y Venezuela

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Albert Ramdin, secretario general deAlbert Ramdin, secretario general de la OEA

Terminó la Asamblea General de la OEA. Gracias a Dios. Fue un evento desastroso que muestra la agonía de un organismo hemisférico que una vez pudo frenar golpes de estado, sacar a dictadores y evitar la instalación de nuevos regímenes autoritarios.

La última Asamblea General de la OEA comenzó con el pie izquierdo y controlada por la izquierda. El nuevo Secretario General, Albert Ramdin, lo dijo claro: no va a llamar dictador a Nicolás Maduro aunque la propia CIDH reconoce que es responsable de terrorismo de Estado.

El organismo hemisférico busca, por enésima vez, un enfoque amigable, de cohabitación y diálogo con el dictador de Venezuela. Tácitamente lo reconocen como dignatario, pese a su aplastante derrota electoral frente a Edmundo González Urrutia, el presidente legítimo.

Lo más triste de la OEA es que ya han determinado no llamar dictador a Maduro y por lo tanto no se atreven a exigir la liberación inmediata de casi mil presos políticos. No mencionan sus nombres, sus días de cárcel y tortura porque para la OEA no existe la tortura.

Ramdin no quiere hablar de Ortega, quien gobierna con su esposa al estilo House of Cards. Un régimen que encarcela sacerdotes y obispos, expulsa a monjas, profana templos y confisca propiedades a diestra y siniestra. Ortega no es prioridad para la OEA.

Albert Ramdin evita condenar aAlbert Ramdin evita condenar a las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)

La nueva Organización de Estados Americanos abraza e idolatra a la tiranía de Cuba. Los países caribeños, que ahora controlan la OEA, ven a la dictadura de 66 años como su hermano mayor y amigo entrañable. Ignoran el calvario de 1,100 presos políticos de la isla.

La nueva OEA vive un verdadero terremoto. China ha entrado con más fuerza y quiere imponer su agenda, mientras, Estados Unidos, está a punto de patear la mesa y retirarse de una organización buena para nada. La democracia se cotiza a la baja y Pekín compra acciones.

El choque entre China y Estados Unidos. Durante la última Asamblea General de la OEA hubo intercambio de flechas diplomáticas. Las superpotencias intercambiaron mensajes sutiles sobre quien mandaba y quien quiere mandar en las Américas.

La nueva OEA es ahora una empresa que administra recursos e imparte talleres. Para salvar cara, ahora dicen que trabajarán por salvar Haití. Malas noticias: Haití hace rato que es un estado fallido y la OEA es corresponsable de su tragedia, por su indiferencia y apatía.

Las misiones de Observación Electoral siguen siendo una herramienta extraordinaria. Su relativa independencia permite sorpresas. El régimen de México los invitó y súbitamente recibió un mensaje duro: no recomendamos a ningún país de América Latina celebrar procesos electorales como la elección judicial de México. Sheinbaum y AMLO reaccionaron enfurecidos y sorprendidos.

La CIDH. Cuba tiene miedo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La dictadura emitió una docena de comunicados paniqueados condenando la elección de Rosa María Payá, hija de Oswaldo Payá, asesinado por los hermanos Castro.

La OEA no es el Secretario General de la organización, sin embargo, es el rostro más visible y una voz poderosa en temas hemisféricos. La decisión de ignorar que existen dictaduras en Cuba, Venezuela y Nicaragua es grave, peligrosa y sospechosa.

El declive de la OEA no debe ser el fin de la lucha por la democracia. Las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela seguirán siendo denunciadas por sus crímenes y aunque la OEA les de un cheque en blanco nosotros no lo haremos. ¡Jamás!

*El autor es periodista exiliado, exembajador ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK). Es exalumno del Seminario de Seguridad y Defensa del National Defense University y el curso de Liderazgo de Harvard.

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