Hace 11 años, el 13 de julio de 2014, cuando el sol comenzaba a caer sobre el cielo de Río de Janeiro, el mítico estadio Maracaná se transformó en el escenario de la final más esperada del planeta, se enfrentaban Alemania y Argentina, en una reedición de una rivalidad legendaria que ya había marcado dos finales anteriores.
Ante la presencia de 74.738 espectadores, en su mayoría argentinos que tiñeron de celeste y blanco las tribunas, el mundo contuvo el aliento. La historia, la gloria y el orgullo de una nación estaban en juego, en el corazón de Brasil, donde la pasión por el fútbol late con una intensidad única.
Cuando se jugaban 10 minutos del segundo tiempo sucedió una de las acciones más discutidas en la historia de las Copas del Mundo. Gonzalo Higuaín, delantero argentino, encaró por la derecha del ataque luego de un balón largo lanzado desde el fondo argentino, cuando el arquero alemán, Manuel Neuer, salió con ferocidad a cruzarlo. Con una potencia que rayó la violencia, el futbolista germano impactó el balón con su puño al balón y a Higuaín con todo el peso de su cuerpo. El Pipita cayó violentamente al suelo, y con él, también se desplomó la ilusión de que la justicia arbitral dijera presente.
El árbitro italiano Nicola Rizzoli, sin titubear, cobró falta a favor de Alemania. El juego continuó. La incredulidad invadió a millones. No hubo revisión —el VAR aún no existía— Y la historia, tal vez, cambió para siempre.

Lo más preocupante no fue solo el contacto, sino su interpretación. A la luz de las reglas y directrices arbitrales de la FIFA, la decisión fue errónea. A continuación, repasamos las claves técnicas que se aplican ante situaciones de contacto físico entre un portero y un adversario, lo que se conoce como “preguntas guía para el análisis arbitral”. ¿Quién inicia el contacto?, ¿es una disputa lícita o imprudente?, ¿se emplea fuerza excesiva o temeridad?, ¿el contacto supone un riesgo físico?, ¿se juega claramente el balón o se compromete la integridad del adversario?
Estas consignas, aplicadas a la jugada en cuestión, permiten concluir que Neuer inicia el contacto con una carga temeraria, fuera de control, aunque llega a la pelota.
Además, el arquero alemán utiliza el puño (parte del cuerpo habilitada), pero su ejecución compromete al rival. Impacta con la rodilla en la cabeza y el torso de Higuaín, con fuerza y sin control. La acción encaja en los parámetros de “temeridad” según la Regla 12, ya que pone en peligro la integridad física del oponente.
La falta debió ser cobrada a favor de Argentina. El mínimo castigo habría sido penal, y tarjeta amarilla Neuer. Sin embargo, Rizzoli falló. Y falló en la final del mundo.

La polémica no puede desligarse del contexto. Nicola Rizzoli, árbitro de experiencia UEFA, ya había dirigido dos partidos de Argentina en el mismo Mundial: victorias ante Nigeria (3-2) y Bélgica (1-0). Su repetida designación generó dudas, incluso en el ámbito periodístico europeo, por la falta de neutralidad percibida.
En decisiones previas había mostrado cierta permisividad con el juego físico. Y si bien su perfil técnico era elogiado, su temple ante decisiones críticas generaba debate. En la final, esa fragilidad se hizo carne. No vio, no quiso ver, o eligió proteger al arquero en una jugada donde el poder simbólico del contacto físico se impuso al reglamento.

Argentina perdió esa final en tiempo suplementario, con un gol de Mario Götze. Pero para millones de argentinos, el verdadero punto de quiebre ocurrió en ese minuto 55. Porque más allá de la táctica y el resultado, el error arbitral dejó la sensación de una injusticia histórica.
Sin VAR, sin revisión, sin marcha atrás. Solo quedó el archivo, la memoria y el dolor. La imagen de Higuaín tendido en el césped del Maracaná, con el silencio del árbitro como respuesta, forma parte del inconsciente colectivo futbolero argentino.
El error de Rizzoli dejó una enseñanza para las generaciones futuras de árbitros: no basta con estar en el lugar correcto; hay que tener el coraje de ver, interpretar y sancionar, aunque enfrente esté el ídolo o la superpotencia.
Si esta jugada hubiera ocurrido en Qatar 2022, el VAR habría intervenido. Y probablemente, Argentina habría tenido la oportunidad de abrir el marcador con un penal. No sabremos nunca si el destino habría sido distinto. Pero sí sabemos que, en 2014, el arbitraje falló.
Y cuando el arbitraje falla en una final del mundo, no solo pierde un equipo… pierde el fútbol.