
Casi 400.000 euros alcanzó en una subasta londinense una caja de cosméticos egipcia con forma de saltamontes, cuya posible procedencia ilícita generó una intensa controversia entre expertos en patrimonio y la casa de subastas responsable de la venta.
El objeto, vinculado por algunos especialistas a la tumba de Tutankamón, se convirtió en el centro de un debate internacional sobre la legitimidad y la ética en el comercio de artefactos históricos.
La casa británica Apollo Art Auction adjudicó la llamada “Sauterelle de Guennol” por 340.000 libras esterlinas (unos 400.000 euros, o 455.000 euros con comisiones incluidas). Se trata de un pequeño recipiente de cosméticos, elaborado en marfil y madera, que data del final de la XVIII dinastía egipcia, alrededor de 1350-1349 a.C.

El artefacto, de apenas nueve centímetros y medio de longitud, destaca por su excelente estado de conservación y por el detallado trabajo en las alas del insecto, lo que sugiere que permaneció resguardado en un entorno sellado durante milenios.
Su función original consistía en contener productos valiosos como perfumes o khôl, polvo mineral oscuro utilizado por los antiguos egipcios para delinear los ojos, práctica que se mantuvo vigente en la industria cosmética moderna.
La precisión de los motivos y la integridad del objeto llevaron a varios egiptólogos a considerar que podría proceder de una cámara funeraria intacta, como la de Tutankamón.

El vínculo entre la caja y la tumba del célebre faraón surge en 1978, cuando Thomas Hoving, exdirector del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, sugirió en su libro sobre Tutankamón que la pieza se sustrajo durante la apertura de la tumba en 1922 por el arqueólogo británico Howard Carter.
Esta hipótesis fue retomada por el egiptólogo alemán Christian Loeben, quien consideró que tanto el estilo como la conservación casi perfecta del recipiente constituyen indicios sólidos de su origen real.
La tumba de Tutankamón, descubierta por Carter tras permanecer sellada más de 3.000 años, albergó 5.398 objetos funerarios que actualmente se encuentran en el Gran Museo Egipcio de El Cairo. Sin embargo, numerosos especialistas sostienen que Carter extrajo más de un centenar de piezas que nunca se registraron oficialmente. La posibilidad de que la “Sauterelle de Guennol” perteneciera a este grupo reabrió el debate sobre la apropiación y el destino de los bienes culturales egipcios.

Entre quienes critican la venta, se encuentra la investigadora británica Christina Riggs, quien sostiene que Carter retiró pequeños artefactos, algunos con formas de animales, que finalmente ingresaron a colecciones occidentales. Riggs también cuestiona que la casa de subastas no solicitara autorización al gobierno egipcio para proceder con la venta. Para ella, este caso refleja las preocupaciones actuales sobre la ética en la adquisición, exhibición y comercialización de objetos de origen dudoso.
Por su parte, Loeben subraya la necesidad de que la caja regrese a Egipto, argumentando que la restitución de piezas como esta constituye una cuestión de principios.
La postura de Apollo Art Auction difiere de la de los expertos. La casa de subastas defiende la legalidad de la operación y afirma que, aunque el artefacto lo halló Carter, no existen pruebas de que provenga de la tumba de Tutankamón, pues no figura en los inventarios oficiales.

La empresa asegura que la venta cumplió con todas las leyes y normativas internacionales, y resalta que el objeto pasó por manos de varios coleccionistas reconocidos sin aparecer en ninguna base de datos de arte robado. Riggs, sin embargo, advierte que la ausencia de registros se debe justamente a que Carter nunca declaró estos objetos.
La controversia creció después de que las casas de subastas Christie’s y Sotheby’s rechazaran gestionar la venta debido a las dudas sobre la procedencia del artefacto. Este rechazo añade inquietud en la comunidad internacional sobre la transparencia y la responsabilidad en el mercado de arte antiguo.
El caso de la “Sauterelle de Guennol” reactivó el debate sobre la restitución de bienes culturales y la obligación de las instituciones occidentales en la preservación del patrimonio de países como Egipto. Para Loeben, la devolución de la pieza representa una exigencia ética en la gestión del legado cultural mundial.