
El papa León XIV instó este domingo a rechazar lo que denominó la “lógica de la exclusión” y a abrir las fronteras del corazón, al advertir sobre el avance de los nacionalismos políticos que “alejan del prójimo” y alimentan el prejuicio. En su primera misa de Pentecostés como pontífice, el papa estadounidense subrayó que “donde hay amor no hay espacio para las distancias de seguridad” ni para “los muros” que aíslan a los pueblos.
“El Espíritu rompe las fronteras y abate los muros del odio”, proclamó durante la homilía.
León XIV, de 69 años, nacido en Chicago y con nacionalidad también peruana, evitó mencionar conflictos específicos o dirigentes concretos. Sin embargo, el tono de su mensaje —centrado en la apertura, la inclusión y la paz— dejó clara su orientación pastoral. “La Iglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es: debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas”, insistió.

En un momento particularmente tenso a nivel geopolítico, el obispo de Roma pidió a los líderes mundiales “el valor de realizar gestos de distensión y diálogo”. Al concluir la misa y durante el rezo del Regina Coeli, invocó el “don de la paz” y pidió que este se arraigue “ante todo en los corazones: solo un corazón pacífico puede difundir la paz en la familia, en la sociedad, en las relaciones internacionales”.
“Pienso también, con mucho dolor, en los casos en que una relación se intoxica por la voluntad de dominar al otro, una actitud que frecuentemente desemboca en violencia”, afirmó, aludiendo a “los numerosos y recientes casos” de asesinatos de mujeres.
El papa retomó, además, una preocupación que ya había sido recurrente en su antecesor, Francisco: la soledad en la era digital. “Es triste observar cómo, en un mundo donde se multiplican las ocasiones para socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo incapaces de establecer vínculos”, lamentó.

La celebración de Pentecostés, que conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles 50 días después de la Pascua, tuvo también un cariz festivo. Peregrinos llegados desde más de cien países, entre ellos México, Brasil, Argentina, Perú, Colombia y España, ondearon banderas y entonaron cánticos en la explanada vaticana. El pontífice saludó a la multitud a bordo del papamóvil antes de iniciar la liturgia.
“La tierra descansará, la justicia se afirmará, los pobres se alegrarán y la paz volverá si dejamos de movernos como predadores y comenzamos a hacerlo como peregrinos”, dijo ante los fieles reunidos en San Pedro.
Sus palabras se enmarcan en una postura coherente desde su elección. A mediados de mayo, en un discurso dirigido al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, León XIV defendió la dignidad de los migrantes como “una criatura querida y amada por Dios”. Subrayó entonces la necesidad de abordar las causas estructurales de la desigualdad global, que según él “trazan surcos profundos de opulencia e indigencia entre continentes, países e incluso dentro de las mismas sociedades”.

En esa misma alocución diplomática, el papa llamó a los gobiernos a construir “sociedades civiles armónicas y pacíficas”, y vinculó esta tarea a la protección de la familia y de los sectores más vulnerables. “Nadie puede eximirse de favorecer contextos en los que se tutele la dignidad de cada persona, especialmente de aquellas más frágiles e indefensas, desde el niño por nacer hasta el anciano, desde el enfermo al desocupado, sean estos ciudadanos o inmigrantes”, señaló.
León XIV evocó su propia trayectoria migratoria —entre América del Norte, América del Sur y Europa— para insistir en la universalidad de la dignidad humana. “Cada uno de nosotros, en el curso de la vida, se puede encontrar sano o enfermo, ocupado o desocupado, en su patria o en tierra extranjera. Su dignidad, sin embargo, es siempre la misma”.