
Mikey Madison, actriz californiana reconocida por su trayectoria en la industria cinematográfica, protagoniza la portada de septiembre de 2025 de Vogue Italia. En una entrevista exclusiva, la artista reflexiona sobre la timidez, la autenticidad y el impacto de la fama, describiendo cómo transformó su sensibilidad en una fortaleza personal y profesional.
Nacida y criada en el Valle de Los Ángeles, Madison creció en un hogar donde el amor, las celebraciones y el bullicio definieron su infancia, según relata a Vogue Italia. Su padre es artista y chef, mientras que su madre fue quien la acompañó a más de cien audiciones. Al recordar esos momentos, la intérprete rememora con nostalgia su timidez: “Cuando era niña, solo hablaba con animales”.
Aunque nadie en su familia formaba parte del mundo del espectáculo, su deseo de actuar surgió tras abandonar la equitación competitiva, una decisión que sorprendió a su madre y la llevó a sus primeras clases de teatro comunitario.

Desde entonces, Madison consolidó una carrera que incluye su participación durante seis años en la serie Better Things, el papel de Sadie en Había una vez en Hollywood de Quentin Tarantino y la interpretación de Amber Freeman en Scream (2022).
El año 2025 marcó un punto de inflexión al obtener el Óscar a Mejor Actriz por Anora, dirigida por Sean Baker, lo que la convirtió en la primera intérprete de la generación Z en recibir la estatuilla en esa categoría.
Para Madison, este reconocimiento trasciende lo profesional: “Siento que todo a mi alrededor cambió, y creo que esto aumenta mi necesidad de encerrarme en mí misma”. La exposición pública intensificó su naturaleza introvertida, pero también le permitió reivindicar la timidez. “Creo que debería considerarse una forma de poesía”, dijo en la entrevista.

El proceso para dar vida a Anora resultó exigente y transformador. Madison se sumergió en la realidad de las trabajadoras sexuales de Sunset Boulevard, visitó clubes como Body Shop y Seventh Veil, y estableció vínculos personales con varias de ellas: “Quería retratar a las chicas, ante todo, sin dramatizarlas ni ponerlas en un foco sensacionalista”, explica a Vogue Italia.
La actriz dedicó su Óscar a las trabajadoras sexuales que la inspiraron y conserva como recuerdo un marcapáginas en forma de tanga que una bailarina le regaló, el cual actualmente utiliza en sus lecturas sobre las escritoras angelinas Joan Didion y Eve Babitz.
En la conversación, Madison profundiza en la presión social que experimenta tras el éxito: “Parece que la sociedad me obliga a preguntarme: ‘¿Debería hacer esto también para ser feliz?’ Fingimos ser quienes no somos para que los demás se sientan cómodos”.

Alejada de las redes sociales, prefiere la tranquilidad de su hogar en Los Ángeles junto a sus tres perros y su gato, y defiende la autenticidad y la vulnerabilidad como valores esenciales en su vida y carrera.
Aunque nunca se sintió cómoda posando como modelo, Madison agradece la oportunidad de explorar nuevas facetas a través de la fotografía y la moda. Sobre sus próximos pasos, la actriz prefiere mantener en reserva los detalles de sus nuevos proyectos, solo adelantando que existen directores con los que sueña colaborar, como Alice Rohrwacher y Lynne Ramsay.
“Todavía siento que estoy al principio de mi carrera; siento que es hora de interpretar personajes que me aterrorizan. Necesito leer un guion y sentir miedo”, revela a Vogue Italia. Su método incluye anotar ideas y aspiraciones en cuadernos y carpetas, y se muestra abierta a desafíos que la saquen de su zona de confort.

Las influencias personales y culturales de Madison abarcan su amor por la literatura y la música. Durante la infancia, su padre le leía poemas de Pablo Neruda, mientras que su madre la introdujo en la música de Annie Lennox.
Frente a la tristeza o la soledad, halla consuelo en los abrazos familiares y en la nostalgia por los años 60 y 70, décadas de las que coleccionó prendas y accesorios. También se identifica con la estética kawaii y valora todo lo que aporta alegría y libertad, admirando a quienes conservan su propio sentido de la alegría.
Inspirada por un consejo reciente de su madre, Madison reconoce el valor de la autocompasión y la perspectiva: aprender a mirarse con generosidad puede convertirse en el primer paso hacia la felicidad.