
Esta semana, una ola de frío golpea a 23 de las 24 jurisdicciones que conforman la Argentina, con la excepción de Tierra del Fuego (aunque esa provincia registró temperaturas bajas el fin de semana pasado).
Aunque el termómetro indique una cifra precisa, por momentos el frío se siente más intenso: una percepción real que responde a factores que exceden la temperatura ambiental.
Es la llamada "sensación térmica" que aparece de forma constante en los informes meteorológicos. Las autoridades y especialistas en meteorología incluyen su cálculo para alertar sobre el peligro real de la exposición al frío.

Ayer, martes 1 de julio, la temperatura en la Ciudad de Buenos Aires fue de 0,4 °C a las 6 de la mañana, aunque la sensación térmica alcanzó los 2,3 °C bajo cero.
En Trelew, Chubut, el termómetro marcó 9,4 °C bajo cero, pero la térmica descendió hasta los 14,3 °C bajo cero. En Viedma, Río Negro, la temperatura fue de 1,1 °C bajo cero y la sensación térmica, de 5,7 °C bajo cero.
Las advertencias de sensación térmica ayudan a prepararse mejor antes de salir de casa o programar actividades al aire libre.
Ante el frío extremo crece el riesgo de que algunas personas sufran hipotermia si no toman precauciones, dijo a Infobae el médico Ramiro Heredia, especialista en medicina interna del Hospital de Clínicas José de San Martín de la Universidad de Buenos Aires.
“Los adultos mayores, los niños, las personas con enfermedades cardiovasculares y respiratorias crónicas y las personas en situación de calle corren más riesgos. Por eso, deben estar acompañadas y recibir atención a tiempo”, añadió.
La sensación térmica surge como una herramienta útil para describir el frío tal como lo percibe el cuerpo al estar a la intemperie.
Cindy Fernández, comunicadora del Servicio Meteorológico Nacional, explicó a Infobae que se trata “de un término popular que se utiliza para cuantificar de manera aproximada la temperatura que siente la piel desnuda al aire libre”.
La estimación surge de experimentos científicos y depende de ciertos supuestos en los cálculos, como el tamaño, el peso, la vestimenta y el ritmo al caminar de la persona que sirve de modelo en los laboratorios.
En los lugares donde se crearon las fórmulas de sensación térmica, se imaginó como referencia a una persona adulta, de 1,7 metros de altura y 67 kilos, vestida con pantalón largo y remera de manga corta.
La simulación considera que esa persona camina a 5 km/h en una noche despejada. Si una persona no coincide con esas características, es probable que su experiencia de frío sea distinta de la sensación térmica oficialmente informada.

Por eso, el SMN aclaró que la sensación térmica es sumamente subjetiva, porque puede variar por factores individuales como la salud, la hidratación y el metabolismo de cada persona.
La temperatura es una variable física que mide el calor en el ambiente a través de instrumentos como termómetros. Esos aparatos brindan el registro directo de cuán fría o cálida está una masa de aire.
En cambio, la sensación térmica es el resultado de un cálculo que busca aproximar la temperatura que siente la piel en condiciones reales, tomando en cuenta la influencia del viento y, a veces, la humedad.

Esta diferencia es relevante porque el cuerpo humano genera constantemente calor. Cuando la temperatura del aire es mucho menor que la de la piel (normalmente unos 32 grados centígrados), el cuerpo pierde calor con más rapidez.
El viento aumenta ese efecto porque elimina la capa de aire templado que normalmente protege la piel.
De esta manera, aunque un termómetro marque 1°C, si el viento sopla fuerte, la sensación térmica puede acercarse a -10°C y eso representa un peligro real para la salud tras un largo período de exposición.
“La sensación térmica se vuelve peligrosa cuando los valores descienden mucho, especialmente si se expone la piel durante períodos prolongados. Bajo esas circunstancias, puede aparecer la congelación", advirtió Heredia.
Esto sucede cuando partes del cuerpo, como los dedos, la nariz y las orejas, pierden temperatura tan rápido que los tejidos empiezan a congelarse.

Con frío extremo, la piel expuesta puede congelarse en 30 minutos. Se reconocen síntomas como insensibilidad y cambio de color en la piel, y la atención médica debe ser inmediata.
Por otro lado, la hipotermia representa un peligro aún mayor. Esta emergencia aparece cuando la temperatura interna del cuerpo desciende por debajo de los 35 grados.
Los principales síntomas incluyen temblores descontrolados, confusión, dificultad para hablar y agotamiento. Se aconseja calentar el torso lentamente y evitar el uso de bebidas alcohólicas.
Tanto para la congelación como para la hipotermia, la prevención es clave. La Dirección de Emergencias Sanitarias aconseja abrigarse bien, cubrir la cabeza y las manos, y protegerse del viento con prendas adecuadas.
Es importante tomar en cuenta el valor de la sensación térmica, porque “cuando el viento se incrementa y la sensación térmica cae rápidamente, el riesgo de sufrir congelación o hipotermia es mayor”, según Fernández.