
El nombre de Elon Musk volvió a encabezar titulares, esta vez no por sus compañías tecnológicas ni por su actividad empresarial, sino por nuevas revelaciones sobre el uso de ketamina.
Según un informe publicado por The New York Times, el empresario habría consumido esta sustancia con frecuencia durante su participación en la campaña electoral de 2024, mezclándola con otros compuestos como MDMA y psilocibina (hongos alucinógenos).
Musk, de 53 años, respondió en redes sociales con una declaración categórica: “NO estoy tomando drogas!”, desmintiendo así que actualmente utilice ketamina u otra sustancia. También reafirmó que en el pasado utilizó pequeñas dosis de este anestésico disociativo como tratamiento para la depresión, bajo prescripción médica.

La ketamina es un anestésico disociativo de acción corta que se desarrolló en la década de 1960, inicialmente para uso en el campo de batalla. Desde 1970 está aprobada para uso médico en humanos y animales en Estados Unidos. En niños, especialmente en países en desarrollo, sigue siendo utilizada como anestésico general.
En dosis bajas, puede provocar efectos alucinógenos y sensaciones de separación del entorno. A pesar de su origen como medicamento de emergencia, hoy la ketamina se ha convertido en un tratamiento emergente para pacientes con depresión resistente, trastornos de ansiedad, ideación suicida y dolor crónico.
El aumento de su popularidad en contextos psiquiátricos se ha dado en paralelo con un uso recreativo creciente, lo que ha despertado alertas tanto entre profesionales de la salud como entre reguladores federales.

En 2019, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó una versión modificada del fármaco, conocida como esketamina, en formato de espray nasal. Este tratamiento está destinado exclusivamente a pacientes con depresión resistente y se administra bajo estricta supervisión médica en entornos clínicos.
Sin embargo, el uso más extendido de la ketamina con fines psiquiátricos ocurre fuera de las indicaciones aprobadas, lo que se conoce como uso off label.
Clínicas privadas en Estados Unidos ofrecen infusiones intravenosas o aplicaciones nasales de ketamina como tratamiento experimental para una variedad de trastornos, muchas veces sin una regulación clara.

Si bien diversos estudios señalan que la ketamina puede tener efectos terapéuticos notables, los especialistas advierten que su uso sin vigilancia médica conlleva riesgos importantes. Entre los efectos adversos más frecuentes se encuentran:
- Alteraciones cognitivas temporales (confusión, dificultad para calcular o razonar)
- Presión arterial elevada
- Depresión respiratoria en casos de sobredosis
- Psicosis o episodios de paranoia a dosis elevadas
- Problemas urinarios crónicos, incluyendo cistitis y, en casos extremos, incontinencia
El doctor Gerard Sanacora, director del Programa de Investigación en Depresión de Yale, aseguró al New York Times que “es un medicamento que ha salvado vidas, pero tiene un potencial real de causar daño si se usa sin cautela”.
También enfatizó que no debería utilizarse fuera de entornos de salud: “Debería considerarse muy, muy rara vez un medicamento para uso domiciliario”.
Aunque el potencial de adicción física es considerado moderado o bajo, la ketamina puede generar una alta dependencia psicológica, especialmente entre quienes la consumen con fines recreativos. Estos usuarios suelen inhalarla en forma de polvo o utilizar presentaciones en espray obtenidas fuera del sistema sanitario formal.
La FDA ha emitido advertencias específicas sobre el uso de versiones compuestas de ketamina, es decir, aquellas modificadas en laboratorio para pacientes individuales. Estas fórmulas, utilizadas sin supervisión profesional, han sido asociadas a complicaciones psiquiátricas graves.

Aunque las muertes por ketamina son poco frecuentes, el riesgo existe. La combinación con otras drogas o el uso excesivo puede causar inconsciencia y paro respiratorio.
En 2023, la autopsia del actor Matthew Perry reveló que falleció por los “efectos agudos de la ketamina”, hecho que generó atención pública sobre la sustancia.
El uso de ketamina por figuras públicas como Elon Musk, quien en 2024 afirmó que la usaba en pequeñas dosis para tratar la depresión, ha vuelto a poner el tema en la agenda mediática.
Aunque Musk aclaró que la consume de forma esporádica y con prescripción médica, informes recientes sugieren que el uso fuera del marco clínico podría ser más común de lo que se reconoce públicamente.
La combinación de tratamientos alternativos con visibilidad pública, su disponibilidad en clínicas legales y el uso recreativo ha creado un entorno confuso para pacientes, médicos y reguladores.
Mientras algunos defienden sus beneficios terapéuticos, otros alertan que sin control estricto, la ketamina puede convertirse en una sustancia de alto riesgo.