Quesada, el periodista títere de Zapatero, fábula sobre el chavismo

hace 3 horas 1

Entre tanto mito y falsedad, llama mucho la atención su intento de presentar al “capitán” Diosdado Cabello @dcabellor como si de veras hubiese sido un potencial heredero de Hugo Chávez. Nada más lejos de la realidad. Cabello, quien no fue nunca “capitán”: fue un teniente golpista que en 1992 se alzó en armas contra un gobierno elegido democráticamente, dejando un saldo sangriento. Su ambición desmedida generó sospechas en un Chávez narciso y paranoide, y en su entorno más cercano. Nada ha cambiado. Pero hoy la pelea intestina es a muerte y no me extrañaría que hubiese muertos. Al igual que Maduro, Cabello tiene una muy merecida recompensa sobre su cabeza y está muy alto en la cadena de mando de los crímenes de lesa humanidad que investiga la @IntlCrimCourt

Presentar a Cabello como sucesor potencial de Chávez y aliado confiable de Maduro y los hermanos Rodríguez Gómez revela ignorancia supina o, peor aún, sumisión al guión que dicta Zapatero. No se metan con el chavismo, que es un monolito. Nuevo capítulo de un perverso guión que durante años ha vendido la ficción de que Venezuela está al borde de una “guerra civil”, cuando lo cierto es que durante más de dos décadas una mayoría abrumadora se ha enfrentado al régimen sin recurrir a la violencia ni a la venganza.

Todo, absolutamente todo, lo que dice Zapatero y repite Quesada forma parte de un plan macabro para apuntalar a quienes, desde una Venezuela arruinada, han financiado la resurrección política de quien, en palabras lapidarias de Arturo Pérez-Reverte, “ya no es tonto, ahora es malo”. A nada le teme más Zapatero que a la caída repentina del velo que protege sus poco transparentes 'diligencias' en la Venezuela de Maduro.

Solo para ver si el Sr. Quesada se anima a estudiar un poco de historia contemporánea, me animo a recordar dos momentos que lo contradicen de forma contundente. Hay muchos más.

1. Chávez descalificó a Cabello en 2002

La madrugada del 12 de abril de 2002, en el Fuerte Tiuna, Chávez negociaba su renuncia con el Alto Mando Militar tras la muerte de manifestantes a manos de sus seguidores. En ese contexto rechazó que Cabello, su vicepresidente, quedara al frente.

Según el testimonio de monseñor Baltazar Porras, presente en la reunión, al discutirse el texto de renuncia, Chávez fue tajante:

“Acababan de pasar un fax con un texto en el que solamente estaba contemplada la renuncia presidencial. Fue devuelto, pues el Presidente dijo que quería facilitar las cosas; pidió que incluyeran previamente la destitución del Vicepresidente y de los ministros, porque Diosdado no sirve para eso”.

Frente a los militares, incluidos algunos que habían sido leales horas antes, Chávez insistió en voz clara:

“Pueden hacer conmigo lo que quieran. Les he facilitado todas las cosas; aún más, les dije que yo destituía a Diosdado porque sé que no podría quedar al frente, ya que no sería aceptado por todos. Les propuse que pusieran en el documento de renuncia la destitución de Diosdado y de todo el gabinete para facilitarles las cosas”. (1)

El día después, el 13 de abril, tras la caída del breve y torpe gobierno de Pedro Carmona y con Chávez aún retenido en La Orchila, Cabello se juramentó como presidente ante el Fiscal General. Para Cabello, Chávez no debía volver a Miraflores. Poco después, al recuperar el poder, Chávez lo destituyó y colocó en su lugar a José Vicente Rangel. Por un buen tiempo, Cabello tuvo que pagar su osadía con cargos de poco relieve.

2. “Diosdado jamás”: la consigna de 2013

La segunda prueba es más clara. Cuando Chávez murió en La Habana el 1 de enero de 2013, se abrió una crisis monumental. Según el artículo 233 de la Constitución de 1999, a partir del 10 de enero debía asumir la Presidencia interina el presidente de la Asamblea Nacional: Diosdado Cabello.

Pero ni los cubanos ni el círculo íntimo de Chávez confiaban en él. La solución fue ocultar, por dos meses, la muerte de Chávez y mantener a Maduro en funciones, aun cuando el mandato constitucional se venció el 10 de enero. Una maniobra ilegítima de cuya coautoría se jactaba el fundador del Foro de Sao Paolo, Marco Aurélio Garcia. La consigna en Caracas y La Habana fue inequívoca: “Diosdado jamás”.

En 2014, cuando Maduro detectó que Cabello y el general Rodríguez Torres, entonces ministro de Interior y Justicia, buscaban desplazarlo, ordenó el arresto de este último. Poco después, a través del último 'edecán' de Chávez, se filtró información detallada sobre el profundo involucramiento de Cabello en el narcotráfico.

A partir de ese momento, y sabiendo que cubanos y aliados de Maduro querían eliminarlo, Cabello se ofreció a jugar el rol del “policía malo” indispensable en toda autocracia. Con bravuconadas semanales se mantiene útil, aunque siempre bajo sospecha y detestado por todos.

Historia adulterada

Señor Quesada: Su desconocimiento de la historia venezolana es tan profundo como el de su jefe Zapatero. Adulterar los hechos para encubrir cómo Zapatero financió su resurrección política en España no es periodismo. Es complicidad con la barbarie y la corrupción.

Los venezolanos no somos tan olvidadizos ni tan amorales como Timoteo Zambrano o Henrique Capriles, ni mucho menos criminales impunes como el general Miguel Rodríguez Torres, hoy piadoso monaguillo de su jefe. Tampoco soportamos a apólogos de tiranos como Zapatero. Es obvio que usted cumple órdenes, sí, pero lo que produce no es periodismo: es propaganda, y de la peor clase, la que intenta falsificar la memoria y el presente de un país que usted desconoce y que lucha por su libertad.

Nota: (1) Baltazar Porras Cardozo, Memorias de un obispo. Los primeros meses de 2002.

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