
Un aroma, una canción, una publicación en redes sociales. A veces, los recuerdos de una expareja surgen sin previo aviso, despertando emociones intensas y pensamientos profundos. Aunque muchas personas creen que recordar a un ex es un signo de debilidad o de no haber superado el pasado, la ciencia señala lo contrario: revivir esos vínculos puede ser clave para el crecimiento personal y la autodefinición.
Un reciente estudio de la Universidad de Columbia revela que pensar en relaciones anteriores no solo es casi universal, sino que puede tener beneficios psicológicos.
La investigación, difundida por Psychology Today, analizó la frecuencia, los detonantes y las emociones asociadas a estos recuerdos. Sus resultados muestran que la mayoría de las personas piensa en sus ex con regularidad e intensidad, lo que puede contribuir al bienestar emocional.
El equipo dirigido por Barry Farber encuestó a 2.203 adultos —el 87% mujeres, con una edad media de 31 años— acerca de sus experiencias recordando a una expareja. En una escala del uno al siete, los participantes reportaron un promedio de 5.5 en frecuencia y 5.1 en intensidad de estos pensamientos.
Las mujeres, especialmente aquellas que iniciaron la ruptura o mantuvieron relaciones duraderas, registraron las cifras más altas.

La investigación sostuvo que las mujeres solteras mayores y quienes presentan un estilo de apego ansioso piensan con mayor frecuencia en sus ex. Además, la falta de cierre tras la ruptura intensifica tanto los recuerdos positivos como los negativos. Estos datos subrayan que los lazos emocionales del pasado influyen de manera persistente en la vida, sin importar el tiempo transcurrido desde la separación.
El estudio introduce el concepto de “representaciones internalizadas” como una síntesis de recuerdos concretos, imágenes mentales, emociones y expectativas relacionadas con la expareja. Esta construcción permanece activa durante años y puede emerger fácilmente ante estímulos cotidianos.

Entre los principales detonantes, figuran la nostalgia, la soledad, la música, fechas importantes y estados de ánimo como la tristeza. Un ejemplo recabado por Psychology Today describe cómo escuchar una canción asociada a la relación en la sala de espera de un hospital desata una ola de sentimientos.
En ese sentido, la música es un disparador especialmente potente, por su conexión directa con el sistema límbico, encargado de las emociones y la memoria.
Además, la presencia de las redes sociales facilita el reencuentro constante con imágenes y mensajes ligados a un ex, multiplicando las oportunidades para que esos recuerdos resurjan.
Los recuerdos de una expareja pueden despertar emociones ambivalentes: miedo, culpa, arrepentimiento y vergüenza.
Y el miedo destaca como una de las emociones más frecuentes, vinculado a la inseguridad emocional o a dudas sobre la lealtad hacia la pareja actual.

La ambivalencia es otro rasgo fundamental. “Existe una fuerte sensación de ambivalencia en las formas en que los individuos tienden a seguir pensando en exparejas significativas”, señalaron los investigadores de la Universidad de Columbia en el informe citado por Psychology Today. Esto puede traducirse en curiosidad por saber si el ex también piensa en uno, o en la añoranza de los buenos y malos momentos compartidos.
Cuando una relación termina sin un cierre claro, la probabilidad de que los pensamientos sean recurrentes y cargados de emociones contradictorias aumenta.
Más allá de los hallazgos psicológicos, el estudio sugiere que integrar la experiencia de la ruptura en el autoconcepto favorece la salud mental. Reconocer que las relaciones anteriores han formado parte de la identidad puede servir para reforzar la autoestima y afrontar de mejor manera futuras pérdidas. Saber que uno fue importante para alguien más valida el propio valor y ayuda a darle sentido a la biografía personal.
Sin embargo, la ausencia de cierre dificulta este proceso y mantiene vivos tanto los recuerdos como las emociones asociadas. El estudio distingue entre la ruptura con una pareja viva y el duelo por una pérdida definitiva. La posibilidad de un reencuentro, siempre latente cuando la persona aún está presente, agrega una complejidad emocional extra.

Pensar en una expareja, concluye la investigación, es una experiencia normal y no debe interpretarse como un retroceso. Al contrario, estos recuerdos y emociones pueden ser aprovechados para crecer, redefinir la propia identidad y encarar el futuro con mayor madurez.
Aceptar y normalizar la presencia de emociones vinculadas al pasado sentimental forma parte del proceso natural de desarrollo. Lejos de ser una debilidad, conectar con la propia historia puede fortalecer la autonomía emocional y enriquecer la percepción de uno mismo.