Venezuela con otro trago amargo

hace 2 horas 1

La fe estuvo allí una vez más, el fútbol no. Son 24 años con la misma ilusión, desde aquella selección del profe Richard Páez que nos hizo creer que sí era posible. Desde entonces, cada eliminatoria ha sido un vaivén de esperanzas que terminan en frustraciones que se “olvidan”, apenas arranca el siguiente ciclo. Y allí vuelve a aparecer esa terquedad que el venezolano lleva en los tuétanos: insistir en lo que parece imposible.

La Vinotinto volvió a ilusionarnos y volvió a defraudarnos. El golpe es más duro porque esta vez la posibilidad era más real. Solo era aguantar otros noventa minutos y seguir defendiendo el feudo en el que no había perdido. Pero a los muchachos se les olvidó jugar al fútbol cuando más se requería y el “Bocha” Batista, a quien le pagaban un millón de dólares al año, quedó en evidencia: no ha aportado nada.

Venezuela tendrá que seguir con la etiqueta de ser la única selección de Conmebol que nunca ha estado en un Mundial.

El dolor, las miradas perdidas a mi alrededor, las caras de desconcierto y los mensajes recibidos me hicieron comparar lo de la noche del martes con esas madrugadas en las que el chavismo anunciaba resultados electorales que sabíamos manipulados, pero que igual esperábamos —hasta el 28 de julio de 2024— con la fe intacta en escuchar algo distinto para poder celebrar.

Vinotinto

Un joven seguidor de la selección de Venezuela observa el último partido de la Vinotinto en la eliminatoria mundialista rumbo a Norteamérica 2026, el 9 de septiembre de 2025.

Un joven seguidor de la selección de Venezuela observa el último partido de la Vinotinto en la eliminatoria mundialista rumbo a Norteamérica 2026, el 9 de septiembre de 2025.

FEDERICO PARRA / AFP

La sensación es la misma: ilusión rota, esperanza truncada, golpe al ánimo colectivo. Y, sin embargo, el país vuelve a levantarse y a creer que “la próxima será”. No hace falta ser vidente para saber lo que piensan millones de venezolanos, que ya miran hacia el Mundial de 2030.

Más allá del campo

Lo de la Vinotinto es más que fútbol. Es identidad, es resistencia cultural, es un recordatorio de que en medio del desastre todavía podemos soñar juntos. Cada eliminatoria abre la puerta a imaginar una Venezuela distinta. Pero también hay que decirlo: un técnico que cobra tanto debe proponer una identidad de juego y once jugadores que salten a la cancha tienen que recordar que no basta con correr, hay que jugar, porque un país entero sigue teniendo la fe intacta en ellos.

Y hay que reconocerlo: la fe no muere. Si algo distingue al venezolano es su capacidad de aferrarse al futuro, aunque el presente le sea adverso. La generación que viene ya sueña con 2030, con volver a intentarlo, con darle un motivo de orgullo a un país que necesita victorias —aunque sean deportivas. Ojalá pronto lleguen en otros ámbitos también.

Hoy toca otro trago amargo de Vinotinto. Mañana, como siempre, volveremos a brindar con esperanza.

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