Amanda Donaghey creía que su hijo Fiongal Greenlaw-Meek ya había regresado a Inglaterra cuando recibió la llamada que cambiaría su vida para siempre. El joven de 39 años, diseñador de moda convertido en especialista en bienestar espiritual, había viajado a India junto a su pareja Jamie Meek para celebrar su aniversario de bodas.
Lo que debía ser un viaje de celebración se transformó en tragedia el 12 de junio, cuando el vuelo AI171 de Air India se estrelló segundos después del despegue desde Ahmedabad. Pero para Amanda, el horror apenas comenzaba: semanas después del funeral de su hijo, descubriría que había enterrado a un desconocido.

El Boeing 787 Dreamliner se convirtió en una bola de fuego al impactar contra una residencia universitaria, cobrando la vida de 241 personas, entre ellas 52 ciudadanos británicos. La magnitud del accidente lo posicionó como uno de los siniestros aéreos con más víctimas británicas en años recientes.
Apenas dos días después de conocer la noticia, Amanda emprendió el viaje a India acompañada por la esperanza y la incertidumbre. En Ahmedabad, el equipo de gestión de crisis del Alto Comisionado Británico la recibió y la trasladó al hospital civil local, donde proporcionó una muestra de sangre necesaria para la identificación por ADN de los restos de las víctimas.
El proceso de identificación de Jamie, pareja de Fiongal, resultó expedito y sus restos fueron repatriados sin contratiempos. Sin embargo, la situación de Fiongal se complicó: los días transcurrían sin que la familia recibiera noticias de las autoridades encargadas del proceso.

Cuando finalmente las autoridades comunicaron un aparente “match” genético, Amanda y su familia experimentaron alivio, convencidas de que los restos de Fiongal regresarían al Reino Unido para descansar junto a Jamie, tal como había sido su voluntad. El 20 de junio organizaron los funerales, creyendo que cerraban un capítulo doloroso pero necesario.
La revisión forense posterior reveló una realidad aterradora: las pruebas de ADN realizadas por el coroner británico determinaron que el cuerpo enviado en el ataúd no correspondía a Fiongal. El error sumió a Amanda en una búsqueda devastadora que continúa hasta hoy.
"No sabemos quién es la persona en ese ataúd“, declaró Amanda al Sunday Times, añadiendo: “Esto es algo espantoso que haya sucedido”. La madre describió cómo cada noche realizaba llamadas a la Oficina de Relaciones Exteriores del Reino Unido sin obtener respuestas claras sobre la ubicación de los restos de su hijo.

El caso de Amanda no fue aislado. Miten Patel enfrentó una situación similar con sus padres, Ashok y Shobhana Patel, quienes fallecieron en el mismo vuelo tras completar una peregrinación religiosa en India, conocida como “yatra”. Aunque Miten logró recuperar objetos personales de sus padres, como una camisa y un colgante de cisne, al retornar el ataúd al Reino Unido descubrió que los restos de su madre estaban mezclados con los de otras personas.
Para la familia Patel, como para muchas familias de creencia hindú, el rito funerario depende de una identificación certera de los restos, convirtiendo la confusión en una crisis tanto espiritual como emocional, según informó The Guardian.
James Healy-Pratt, abogado de Keystone Law que representa a una veintena de familias de víctimas, confirmó al The Guardian que al menos dos de los doce ataúdes repatriados al Reino Unido contenían restos mal identificados. Esta cifra, extrapolada al total de víctimas, sugiere que el problema podría afectar potencialmente a decenas de familias.
El patrón de errores en la identificación expone fallas graves en los procesos establecidos para manejar víctimas de accidentes aéreos internacionales, particularmente cuando involucran la coordinación entre múltiples países y sistemas de salud.
El informe preliminar sobre el accidente reveló que los interruptores de combustible de la aeronave habían sido desconectados, un hallazgo que intensificó el desconcierto entre los familiares y puso bajo escrutinio tanto la causa del siniestro como el tratamiento posterior dado a las víctimas.
Este descubrimiento técnico, combinado con las fallas en la identificación de restos, ha generado nuevas interrogantes sobre los protocolos de seguridad y los procedimientos de emergencia implementados tras el accidente.

Para familias como la de Amanda Donaghey, la tragedia no concluyó con la pérdida inicial de sus seres queridos. La incertidumbre sobre la ubicación correcta de los restos, las exigencias de respuestas claras a las autoridades y la angustiosa espera se han convertido en una segunda tragedia que, en muchos casos, permanece sin resolución.
La historia de Fiongal Greenlaw-Meek, el joven que viajó a India para celebrar el amor y terminó siendo víctima de un sistema que falló a su familia en el momento más vulnerable, ilustra cómo los errores institucionales pueden prolongar indefinidamente el dolor de quienes ya han perdido todo.