Independientemente de lo que los estadounidenses piensen de su política, Estados Unidos aún actúa en forma abierta. Cuando el político más poderoso y el empresario más rico se pelean, el público ve todo el espectáculo: mensajes mordaces en las redes sociales y pullas en los discursos.
China es lo contrario. El país sigue sin saber por qué el expresidente Hu Jintao fue escoltado bruscamente fuera del Congreso del Partido Comunista de 2022, o qué ocurrió realmente cuando el ex primer ministro Li Keqiang murió a los 68 años en 2023. Y décadas después, sigue sin conocerse la historia completa de Lin Biao, el sucesor elegido por Mao Zedong, quien huyó de China y murió en un accidente aéreo en 1971.
El secretismo ha dado lugar a una industria especializada de “fisgones de cabecera”, comentaristas chinos en internet que analizan rumores y pistas fugaces en busca de indicios de cambios políticos. Sus videos en YouTube diseccionan el modo de andar, la complexión o las apariciones en los medios de comunicación del líder chino, Xi Jinping, y pueden atraer millones de visitas desde fuera del bloqueo de internet del país.
Los fisgones de cabecera han tenido un verano ajetreado. Este año, Xi ha purgado a varios dirigentes militares y políticos, todos ellos nombrados por él. Los fisgones han urdido una cronología de la salida de Xi, una combativa reunión entre el bloque de Xi y el de los líderes mayores del partido e incluso el plan secreto de los militares para derrocarlo. A la charla se unieron voces estadounidenses: un exasesor de seguridad nacional de Estados Unidos, un exdiplomático y grupos de reflexión de Washington que daban a entender que existía una fractura en su estructura de poder. Las consultoras de riesgo político y los fondos de inversión se apresuraron a informar a sus clientes: ¿Por qué hace esto Xi? ¿Es una señal de fuerza o de debilidad?
La política china sigue siendo una caja negra, y pocos observadores creíbles están dispuestos a dejarse llevar por los rumores. Sin embargo, las preguntas en sí son legítimas. Y tienen profundos ecos históricos.
Las purgas de Xi siguen la tradición de Iósif Stalin y Mao, y sirven como herramientas para disciplinar a la élite y cimentar la autoridad absoluta de un hombre. La campaña de Xi, quien llegó a la cima hace más de 12 años, pone de relieve la dificultad de gestionar un vasto sistema, incluso para un dirigente con un poder aparentemente indiscutible. La febril fábrica de rumores puede ser un síntoma de la creciente tensión entre Xi y la élite del Partido Comunista.
En la década de 1930, la Gran Purga de Stalin eliminó al 70 por ciento del Comité Central del Partido Comunista Soviético y a más de la mitad de los 1966 delegados de su congreso de 1934. Vastas franjas de la cúpula militar soviética fueron ejecutadas.
“Esta es una de las cosas más asombrosas del comunismo: que mata a sus propios leales”, dijo Stephen Kotkin, investigador de la Institución Hoover y autor de dos de los tres volúmenes de una biografía de Stalin. “La gente que no vacila en su lealtad es, sin embargo, objetivo del régimen en su paranoia y sus paroxismos”.
Casi un siglo después, la campaña de Xi no es sangrienta ni tan arrolladora, pero es la de mayor alcance desde la Revolución Cultural, cuando Mao marginó o destruyó a la mayoría de sus principales lugartenientes, incluidos Deng Xiaoping y el propio padre de Xi, Xi Zhongxun.
En 2024, el Partido Comunista disciplinó a 889.000 miembros, incluidos 73 de nivel provincial o ministerial o superior, según las estadísticas oficiales. Desde finales de 2022, alrededor del 10 por ciento del Comité Central del partido, su máximo órgano decisorio, ha sido purgado, marginado o se ha ausentado notoriamente de las reuniones clave, según calcula el politólogo de Stanford Wu Guoguang.
Los militares han sido los más afectados. Al menos 45 oficiales del Ejército Popular de Liberación y del complejo militar-industrial chino han sido destituidos desde 2023, según la Fundación Jamestown. Dos ministros de Defensa fueron acusados, el mismo día de 2024, de corrupción y de actos que equivalían a una traición a Xi.

Todo esto ocurrió después de que Xi se asegurara un tercer mandato en 2022 y llenara las filas de liderazgo con sus aliados. ¿Por qué no puede parar?
La paranoia es uno de los principales motivos. En los regímenes autoritarios, el control sobre las fuerzas militares y de seguridad es existencial, dijo Kotkin en Hoover, pero incluso los leales desarrollan sus propios intereses y redes, lo que supone riesgos para el líder. Xi, como otros hombres fuertes, se enfrenta al inmenso reto de controlar un vasto sistema que supera con creces el alcance de su red personal, dijo Kotkin. Xi ha tenido que reorganizar y purgar y enfrentar a unos funcionarios contra otros y manipular las rivalidades.
“Lo que quiero decir no es que Xi Jinping tenga problemas”, dijo Kotkin. Se trata más bien de las dificultades que cualquiera tendría para gestionar un sistema tan grande.
Wu, de Stanford, ve un ciclo recurrente en Stalin, Mao y ahora Xi: las purgas políticas siguen a los fracasos de la gobernanza y centralizan aún más el poder. La Gran Purga de Stalin siguió a una horrible hambruna que sus políticas contribuyeron a provocar. La Revolución Cultural de Mao se produjo tras la propia Gran Hambruna de China, resultado de sus desastrosas decisiones. La actual campaña de Xi sigue a las debacles de “Covid cero”, las medidas económicas regresivas y los polémicos movimientos de política exterior.
“Existe una relación en espiral, que se refuerza mutuamente, entre el poder altamente centralizado y los desastres de gobernanza”, dijo Wu. “El vínculo clave entre los fracasos de la gobernanza y la mayor consolidación del poder de un dictador es la purga”.
En otras palabras, cuanto peor es la gobernanza, mayor es la purga; y cuanto mayor es la purga, más se estrecha el control. Wu llama a ese ciclo la “lógica de Stalin”.
Una diferencia entre el gobierno de Stalin y el de Xi es que la inmensa mayoría de los rusos durante el mandato de Stalin, tanto por miedo como por convicción, creían que estaba protegiendo a su país y defendiendo el comunismo. Lo mismo puede decirse de Mao, pero probablemente no de Xi.
Nadie predice la desaparición del gobierno de Xi. Pero las especulaciones sobre su control del poder pueden ser un signo de las crecientes tensiones entre él y la élite del Partido Comunista.
Las élites toleraron a Xi mientras consolidaba el poder mediante campañas contra la corrupción, revisaba la Constitución para eliminar los límites de los mandatos y tomaba medidas enérgicas contra el sector privado, dijo Cai Xia, profesora jubilada de la Escuela Central del Partido, quien se ha convertido en una crítica del partido. Se mantuvieron en silencio porque no tocó sus privilegios, dijo.
Pero ahora sus purgas y los problemas económicos de China golpean más de cerca. “Si esto continúa, podría llevar a las élites del partido a creer que no será Xi quien caiga, sino el propio partido”, dijo Cai.
Xi podría gobernar una o dos décadas más, si su salud se lo permite, pero solo si mantiene la lealtad de los dirigentes del partido. “Una de las grandes vulnerabilidades del régimen es cuando la élite empieza a tener dudas”, dijo Kotkin.
La Agencia Central de Inteligencia ve grietas potenciales que intenta explotar. En mayo, publicó dos videos de reclutamiento en mandarín dirigidos a funcionarios chinos.
“A medida que ascendía en los rangos dentro del partido, veía cómo mis superiores caían repentinamente en desgracia”, narra un funcionario ficticio del partido. “Ahora me doy cuenta de que mi destino es tan precario como el de ellos”.
El reclutamiento no es realmente la cuestión. El gobierno de Estados Unidos trata de transmitir el mensaje de que cree que hay desafección en las filas de la élite.
No está claro hasta qué punto serán eficaces las purgas de Xi, aunque no hay un final a la vista.
“El nuevo modelo de totalitarismo de Xi Jinping choca con el modelo capitalista de compadrazgo favorecido por las élites del Partido Comunista Chino bajo sus dos predecesores, Jiang Zemin y Hu Jintao”, dijo Wu, de Stanford.
Y añadió: “No es un conflicto que Xi pueda resolver simplemente sustituyendo a 1000, 2000 o incluso 10.000 miembros de un cuadro”.
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