“Es un mundo pequeño y todos estamos conectados”, afirma Alfonso Solis, quien, tras días sin descanso, debió reincorporarse a su trabajo en una escuela este lunes. La frase resume el espíritu de solidaridad que ha guiado su labor en Texas, donde las catastróficas inundaciones han dejado al menos 130 muertos, según las autoridades locales.
Solis, residente de Mesquite, en el condado de Dallas, interrumpió sus vacaciones para sumarse a las tareas de rastreo y rescate, aportando no solo su experiencia, sino también su capacidad para servir de puente entre las familias hispanohablantes y las autoridades.
La devastación en el terreno es evidente. El río Guadalupe en Kerrville se elevó más de 7 metros en cuestión de horas, arrasando viviendas y borrando cualquier rastro que pudiera guiar a los equipos de búsqueda.

Solis, de 47 años, hijo de inmigrantes mexicanos y formador en seguridad escolar, se encontró ante un desafío inédito: “Una cosa es buscar a un niño que se pierde en el monte, o un anciano que se escapó de la casa… pero esto es algo muy diferente”, explicó durante una entrevista con CNN en Español.
La corriente no solo dificulta el rastreo, sino que también pone en riesgo a los propios rescatistas. Dalton Rice, administrador de la ciudad de Kerrville, relató que algunos socorristas experimentados fueron arrastrados por las aguas: “Así de rápido sucedió. Rescatistas con experiencia, capacitados para aguas rápidas”.
En este contexto, Solis ha debido advertir a las familias sobre los peligros de buscar por su cuenta. “Algunos estaban caminando en el río de noche, con lámparas. Es entendible, pero lo último que necesitamos es también tener que rescatarlos a ellos”, señala.
La desesperación de quienes buscan a sus seres queridos se suma a la angustia de los equipos de rescate, que a menudo deben enfrentarse a la dura realidad de encontrar cuerpos sin vida.
“Yo hago rescate y auxilio, y hemos encontrado personas, pero sin vida”, reconoce Solis, quien aún carga el peso de búsquedas anteriores sin desenlace. La labor de Solis va más allá del rastreo físico.
Consciente de la escasez de latinos en los equipos de rescate de la zona, ha puesto su conocimiento del español al servicio de las familias afectadas. “Estoy aquí también para la gente latina, para que quienes tienen familiares aquí y están lejos, o quienes no hablan el idioma puedan comunicarse conmigo y yo intento obtener información”, destaca.
Su papel como traductor y mediador resulta esencial para quienes, además de la tragedia, enfrentan barreras idiomáticas. A través de sus redes sociales, Solis ha ofrecido su ayuda sin pedir nada a cambio: “Si tienes conocidos desaparecidos en Kerrville, mándame un mensaje. Estoy en el área”.
También ha coordinado la logística de los equipos, gestionado donaciones de herramientas y recursos, y recorrido centros de reubicación y funerarias en busca de información. Incluso durante los dos días que regresó a su casa en Dallas, continuó coordinando las tareas a distancia.
La historia personal de Solis está marcada por la pérdida y la resiliencia. En 2007, pocos días después del nacimiento de su primera hija, su esposa falleció súbitamente. Decidió entonces donar los órganos de su esposa, que beneficiaron a cinco personas, y durante años colaboró con instituciones dedicadas a la donación.
Esta experiencia ha reforzado su compromiso con quienes atraviesan situaciones límite. El impacto emocional de la tragedia es profundo. Solis reconoce que lo más difícil es escuchar el dolor de las familias y presenciar las reacciones cuando se confirma el peor desenlace.
Aun así, considera que dar un cierre a la incertidumbre es un acto de humanidad. La escena en el terreno, describe, es “simplemente devastadora”.
La diferencia entre ver la tragedia en televisión y vivirla en persona es abismal: “Una cosa es verlo en televisión, otra cosa es vivirlo, hablar con las familias, escuchar la desesperación en su voz, verlos llorar… es algo bien difícil”.
En los últimos días, Solis ha trabajado junto a un equipo de auxilio integrado por personas a quienes él mismo entrenó años atrás, así como con otras familias y voluntarios. La dinámica de la búsqueda cambia constantemente, ya que a medida que el agua retrocede, surgen nuevas áreas por explorar.
La presión del tiempo es constante, pues cada minuto cuenta para hallar supervivientes. Solis forma parte de un grupo de capellanes y, aunque la vida cotidiana lo reclama, su compromiso con la comunidad permanece intacto.