
La presión arterial alta afecta a uno de cada tres adultos y es considerada como el principal factor de riesgo prevenible de enfermedades cardiovasculares, según informes oficiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, las patologías cardiovasculares continúan encabezando las causas de muerte a nivel global.
En respuesta a este desafío, la Asociación Americana del Corazón (AHA) y el Colegio Americano de Cardiología actualizaron sus guías médicas por primera vez desde 2017. La revista Very Well difundió que las guías se enfocan en seis recomendaciones claves respaldadas por evidencia.
Las nuevas sugerencias, que entrarán en vigor durante 2025, mantienen los valores de referencia para la presión sanguínea: menos de 120/80 mm Hg (normal), entre 120-129/80 mm Hg (elevada) y desde 130/80 mm Hg (alta). Daniel W. Jones, presidente del comité redactor, afirmó: “Las actualizaciones de 2025 representan una nueva acumulación de evidencia que da a las personas mejores oportunidades para vidas más largas y saludables”.

Los especialistas y organizaciones citadas por Very Well identificaron estrategias prácticas para disminuir la presión y prevenir complicaciones graves a futuro:
La actualización destacó la importancia de iniciar la medicación de manera temprana. Si después de tres a seis meses de cambios en el estilo de vida la presión arterial no mejora, los médicos deben considerar la prescripción farmacológica.
Jones subrayó que esta recomendación se basa en estudios que relacionan la hipertensión no solo con enfermedades cardíacas, sino también con deterioro cognitivo. Incluso con medicamentos, los hábitos saludables siguen siendo imprescindibles, según Scott Jerome, director de Servicios Ambulatorios y Extensión en Medicina Cardiovascular de la Universidad de Maryland.
Las guías mantienen el límite de sodio en menos de 2.300 mg diarios, con el objetivo ideal de no superar los 1.500 mg cada día. La AHA recomendó revisar las etiquetas, ya que la mayor cantidad de sodio proviene de alimentos procesados y comidas de restaurante. También es aconsejable usar sustitutos de sal con potasio y aumentar la ingesta de alimentos como bananas, espinacas, champiñones y melón.

Se recomendó evitar el consumo de alcohol. En caso de beber, el límite sugerido es de dos bebidas diarias para hombres y una para mujeres. Un análisis compartido por Very Well demostró que cada bebida adicional puede elevar la presión arterial, incluso en personas sin antecedentes de hipertensión.
El manejo del estrés ocupa un lugar central. El estrés se asocia directamente con las enfermedades cardíacas, por lo que las guías sugieren incorporar rutinas físicas y técnicas de relajación como yoga, respiración profunda y meditación. Se mantiene la recomendación de realizar entre 75 y 150 minutos semanales de actividad física, intercalando ejercicios aeróbicos y entrenamiento de fuerza.
A las personas con sobrepeso u obesidad se les aconsejó perder al menos el 5% de su peso corporal. Very Well resaltó que para lograrlo es fundamental consultar con profesionales sobre ajustes en la dieta, considerar medicamentos inyectables o la posibilidad de cirugía bariátrica.
La dieta DASH está reconocida por su eficacia para controlar la presión arterial. Se basa en un consumo bajo de sal y una alimentación rica en frutas, verduras, granos integrales, legumbres, frutos secos, lácteos bajos en grasa, aves y pescado.

Allen Taylor, presidente de Cardiología en el MedStar Heart and Vascular Institute, advirtió que muchas personas desconocen sus cifras de presión arterial, lo que dificulta la prevención y el tratamiento.
Mientras que la OMS ratificó la urgencia de actuar: en 2022, las enfermedades cardiovasculares provocaron 19,8 millones de muertes globales; el 85% fueron infartos y accidentes cerebrovasculares, y más de las tres cuartas partes ocurrieron en países de ingresos bajos y medios. La detección precoz y el seguimiento son fundamentales para reducir el riesgo.

Las enfermedades cardiovasculares incluyen desde cardiopatía coronaria y arteriopatía periférica hasta trombosis venosa profunda. Y según la OMS, los principales factores de riesgo son dietas poco saludables, exceso de sal y grasas, inactividad física, consumo de tabaco, uso nocivo de alcohol y contaminación ambiental.
Una combinación de tratamiento médico y cambios sostenidos en el estilo de vida resulta fundamental. El especialista Jerome señaló que la medicación no reemplaza los hábitos saludables, mientras que otros expertos destacaron la importancia de conocer y controlar los propios valores de presión arterial.