¿Por qué La Habana le teme al significado del 4 de julio?

hace 3 días 4

La Habana. - El militar que tocaba el timbre de mi apartamento vestía un uniforme verde olivo de talla XL inadecuado para su enclenque complexión física. Era un joven de 19 o 20 años, probablemente un cadete de una academia del MININT (Ministerio del Interior). Hablaba con la típica inflexión de las personas oriunda de la región oriental. Ni siquiera le abrí la puerta de entrada del edificio. Hablé con el muchacho a través de las rejas.

Ni papel tienen

Me muestra una fotocopia de la citación oficial que dice: Ciudadano Iván García Quintero. Entrevista a las diez de la mañana en la unidad policial del Cerro. Dirección: Infanta entre Amenidad y Manglar. Y la firma de un oficial con el nombre de Ernesto.

Le pregunto el motivo. Baja la vista, se seca el sudor con un pañuelo de colorines, y me responde: “Desconozco. Yo solo cumplo órdenes”. Le digo que me entregue una copia. Y pasó lo inverosímil. Debido a la feroz crisis multisistémica que afecta al país, el papel se ha convertido en un producto suntuario. Y en las instituciones estatales para aprovecharlo escriben en ambas caras.

Le digo que si no me entrega la citación no acudiré, pues no tiene validez. El militar no sabe qué hacer: “Si me da el número de su teléfono le puedo enviar una copia digital”. O es muy ingenuo o me toma el pelo, pienso. “Mi número es privado, sospecho que la Seguridad del Estado debe tenerlo, ¿no se lo dieron?”. Niega con la cabeza. “Yo no soy de la Seguridad”, señala.

La escena es de vodevil. Un joven tímido con uniforme extra ancho que se dedica a repartir citaciones oficiales y en su primera entrega se encuentra a 'un tipo de los derechos humanos’ que no quiere recibir la citación por errores de procedimiento. Después, sabía lo que iba a pasar.

Llamó a mi casa una persona que se presentó como oficial de la Seguridad del Estado y dijo: “Si mañana a la diez de la mañana no acudes a la entrevista enviaré una patrulla para que te conduzcan a la unidad policial y te pondremos una multa de tres mil pesos”. Ya sucedió hace tres años.

La amenaza

Un oficial molesto porque no aceptaba la citación, debido a errores de contenido y forma, se apareció en mi casa con su moto Suzuki y un patrullero para “cumplir la ley y el orden” de la dictadura. Esa vez estuve treinta minutos dentro del auto parqueado bajo el sol con todas las ventanas cerradas. Ahora no estaba para ese tipo de escena. Llegué a la unidad cinco minutos antes de la diez de la mañana.

El guion

En el lobby del recinto policial, sentados en un banco de granito pulido, estaban dos jóvenes acusados por robar en un almacén de víveres. Un oficial que se presentó con el seudónimo de Pedro me llevó hasta una calurosa oficina. Al rato entró otro oficial quién dijo ser el mayor Ernesto. Intentaban ser amables. Preguntan por tu familia, mencionan el nombre de pila de tu esposa o tu madre como una forma de hacerte ver que conocen detalles de tu vida privada.

No me inmuté. Ernesto aseveró que “por razones de Seguridad Nacional no debía acudir a la invitación por el 4 de Julio. Habrá un operativo en la zona. Si elude el mismo puedes ser procesado”. Me dijo de carretilla dos o tres acápites de la Ley 80 que no recuerdo y acotó que podría recibir una multa de entre 3.000 a 8.000 pesos. Estaba en un lugar caluroso y repleto de moscas, en contra de mi voluntad. Luego de un prolongado silencio, el oficial que decía llamarse Ernesto quería conocer mi opinión.

“Ustedes la saben, esto me parece un circo bochornoso. En medio de apagones prolongados, la gente pasando hambre y un creciente descontento social, es lamentable ver cómo las autoridades gastan recursos y dinero en impedir que un grupo de personas acudan a una recepción que celebra una fecha, les guste o no, que marcó un antes y un después en el mundo”, comenté.

“Con ese proceder se demuestra, una vez más, el comportamiento totalitario de las autoridades. Si Mike Hammer o cualquier otro funcionario de la embajada estadounidense en La Habana, según ustedes incumple las normas de la Convención de Ginebra, expúlsenlo. Si consideran que la administración Trump es inamistosa, rompan relaciones diplomáticas. Pero dejen de utilizar como cobayas o rehenes a la oposición y tomar represalias con los cubanos porque conversan con Hammer en la calle”, añadí.

Su respuesta fue soltar el aburrido relato del bloqueo norteamericano. “¿No estás al tanto de las nuevas medidas?”, me preguntó el otro oficial y prosiguió, “pretenden calentar el escenario para que el pueblo se tire a la calle. Eso se llama subversión”, apuntó.

“No estoy aquí para debatir. La decisión que han tomado es en contra de mi voluntad. Ustedes imponen, no proponen ni dialogan. Debieran escuchar a la gente de la calle. La mayor parte quiere cambios. La Seguridad del Estado lo sabe. Y le falla a su pueblo. ¿El eslogan del régimen no es que ustedes son el pueblo uniformado? Pues no lo parece. Más que defender la seguridad nacional, su función actual es reprimir a los ciudadanos que piden cosas tan básicas como electricidad y comida. La Seguridad del Estado es una guardia pretoriana del régimen”, argumenté y decidí no hablar más.

Era perder el tiempo. Al frente tenía a dos personas adoctrinadas, entrenadas para cumplir órdenes que hablaban con el piloto automático puesto.

Los culpables

Luego de catalogar a Trump de fascista, acusar que DIARIO LAS AMÉRICAS y su directora Iliana Lavastida formaban parte de un guion imperial para provocar un cambio de gobierno, entré en modo levitación ante tantas tonterías y teorías absurdas.

Una hora después me permitieron marchame. “Lo íbamos a dejar en la unidad hasta después de las nueve de la noche, cuando culmine la actividad. Pero viendo su edad, voy a dejar que se vaya. Recuerda que en la esquina de su casa habrá una patrulla vigilándote. No intentes ir a la recepción. A ningún opositor le permitiremos que acuda”, concluyó el militar.

La dictadura vive horas bajas. No encuentran forma de llamar la atención al gobierno de Trump que no escucha sus deseos de negociar. El plan es denigrar al encargado de negocios Mike Hammer, más parecido a un Santa Claus que al James Bond que quiere reflejar la prensa estatal, muy divorciada de la realidad cubana.

Los servicios especiales cumplirán la orden dictada por el ejecutivo. Pero no va a cambiar lo inexorable. Las reformas políticas en Cuba son cuestión de tiempo. Y la Seguridad del Estado lo sabe.

Especial

@DesdeLaHabana

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